Aquella mañana desperté sola.
Los últimos días se me habían hecho particularmente largos y la noche me pareció eterna. Con suerte pude dormir a ratos y cuando abrí los ojos por última vez, a las cinco de la mañana, ya no hubo forma de conciliar el sueño.
Carter había tenido un viaje relámpago a Nueva York y aunque regresaría dentro de pocas horas, cuando se fue -dos días antes-, descubrí que tenerlo a mi lado incluso me ayudaba a dormir mejor. Esa fue la razón que tuve para escurrirme como toda una delincuente hasta la habitación de Lincoln y robarme una de las camisas de Carter para usarla como pijama. Sé que parece una tontería, pero el tener al menos su aroma cerca, me ayudaba a lidiar con la ansiedad que provocaba la distancia.
El problema es que despertar tan temprano, mucho menos en ausencia de sueño, no me aseguraba la productividad, porque pasé el siguiente par de horas sentada en la cama, añorando el regreso de mi novio, absorta en un mar de recuerdos de las últimas tres semanas.
—No sabía que vendrías —De cierto modo le mentí a William. Como responsable del evento del cuatro de julio, sabía que él estaba dentro de la lista de invitados aquella noche, pero el diez de Downing street no había acusado recibo de la misiva y mucho menos confirmado la asistencia del primer ministro, así que existía la posibilidad de verlo ese día, pero no la certeza.
Seguramente para Carter había sido una sorpresa bastante poco agradable el haberse encontrado con él a primera hora del día.
—No pensaba venir. Pero desde que te nombraron primera dama, tenía curiosidad.
— ¿Curiosidad? —Arqueé una ceja— ¿Curiosidad sobre qué?
—Sobre ti, obvio. Supe lo que pasó con el accidente en Berlín, pero después de eso no tuve novedades hasta que todos los noticieros del mundo hablaban de la joven y encantadora nueva primera dama de los Estados Unidos.
—Debí llamarte —admití mi culpa agachando la cabeza— Pero todo esto ha sido algo complejo de llevar. De un momento a otro estaba en el ojo del huracán y recién ahora siento que estoy encaminada por donde debo.
—Hey —Llamó mi atención para que levantara la cabeza— Lo has hecho de maravilla. Al principio siempre es difícil, pero lo estás haciendo bien.
—Gracias —Sonreí y me sorprendió que el hecho de bailar con él no me resultara ser tan intimidante como lo era con Carter, cosa que era evidente ya que con William no teníamos una relación que mantener en secreto y nadie inventaría decenas de rumores por solo verme bailar con el primer ministro inglés.
No sería tomado como otra cosa que diplomática cordialidad.
—Solo me interesa saber una cosa —susurró como si tratara de evitar que alguien nos escuchara— ¿Eres feliz?
—Muy —respondí sin duda alguna porque sabía que no se refería precisamente a mi rol público de primera dama, sino más bien al privado— Soy muy feliz.
—Bien. Eso me tranquiliza —Me guiñó un ojo e inesperadamente se acercó lo suficiente como para que pudiese hablarme al oído— Si McKellen hace algo mal, puedes llamarme y no dudaré en comenzar con la tercera guerra mundial.
—Me parece que eso es un poco exagerado —Ambos soltamos una carcajada— Pero lo tendré en mente. Prometo que si algo pasa, serás mi contacto de emergencia.
En retrospectiva, creo que esa conversación pareció lucir demasiado personal y fue el gatillante del arranque de celos de Carter, que solo había disparado las alarmas de accidente nuclear cuando luego de unas cuantas fotos en las afueras del salón, se me había ocurrido la "grandiosa" idea de presentarle a William al capitán Adams y quedarme conversando con ellos de lo más entretenida.
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FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]
RomansaA un año de asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica contra su voluntad, la vida de Carter McKellen es radicalmente diferente a la que tenía, pero también a la que quería. Mucho más juicioso, sereno, maduro e increíblemente apropi...