BRUMAS EN EL NORTE

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El amor estaba en el aire.

Luego de la improvisada reunión de control de crisis que tuvimos en aquella habitación del hospital de la universidad de Washington y que terminó en una insospechada propuesta de matrimonio, era imposible no respirar romanticismo e incluso contagiarse de él. Todo gracias, inesperadamente, a Charlie Truman.

Honestamente, pensé que yo terminaría casado mucho antes que él, aun cuando el matrimonio no era un compromiso que me apremiara adquirir.

Para nadie es un secreto que el solo hecho de convertirme en el novio de alguien había sido una tarea ardua en la que hasta casi había perdido a la novia en el intento, pero a pesar de mis constantes ensayos y errores, jamás se me pasó por la cabeza que Truman se comprometería tan, pero tan seriamente antes que yo.

El punto era que ser partícipe de tal manifestación relativamente pública de amor, me había hecho odiar aun más la idea de Amelia de mantener nuestra relación en secreto. ¡Ni siquiera podía acercarme a ella tal y como quería!

Salir del hospital y saludar a la prensa a lo lejos con la mano que tenía buena y con ella caminando tras de mi a demasiada distancia para mi gusto, antes de subir a "la bestia", solo había agravado la situación.

Estaba tan molesto que hasta sonreírles de oreja a oreja me había resultado difícil.

— ¡Bienvenido a casa, señor presidente! —exclamó Rossie apenas bajamos de la limosina en el garaje.

—Gracias, Rossie —Sonreí todo lo honestamente que me fue posible— Amelia.

— ¿Qué pasa? —preguntó cerrando la puerta del auto al bajarse de él.

—Ven —dije tomándola sorpresivamente de la mano y prácticamente arrastrándola para que me siguiera el paso.

—Carter, cuidado —reclamó mientras movía sus pies con torpe velocidad— Me cuesta caminar con estos tacones.

—Quítatelos.

— ¡No seas ridículo! —carcajeó mientras los dichosos tacones crepitaban irregularmente en el lustroso piso de los corredores de la Casa Blanca— ¡No puedo quitármelos!

—Ojalá pudiese cargarte, pero con un brazo menos es imposible —bufé cabreado. Lo peor de todo es que el proceso de recuperación recién comenzaba y tendría que resignarme a las limitaciones que tendría por algún tiempo.

— ¿¡Dónde vas tan apurado!? —preguntó entre risas, pero no me resultó necesario responder porque en ese preciso momento llegamos hasta la puerta de mi habitación, solté su mano exclusivamente para abrir y cuando se la volví a tomar, de un solo tirón la llevé dentro.

Apenas cerré la puerta con el pie, me lancé sobre ella como un depredador y sin darle derecho ni tiempo de protestar, le comí la boca a besos como un lobo hambriento de todo lo que solo ella me hacía sentir.

Hambriento de ella y solo de ella.

—Carter —jadeó casi tan ansiosa como yo— Tu brazo.

—No me importa, no me importa —protesté rodeando su cuello con la mano que tenía disponible, para contenerla contra mi y profundizar los besos que le daba con mis uñas ahincadas en su piel.

—A mi si me importa —gruñó desesperada, pero que no dejara de corresponder a mis embates, dejaba más que claro que estaba lidiando con una disyuntiva más que humana. Si dejarse llevar por sus más bajos instintos o proteger mi integridad física, algo de lo que a esas alturas solo ella estaba preocupada.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora