ENGLISH BREAKFAST

3.5K 257 11
                                    


Llovía cuando el avión aterrizó en suelo londinense y mientras un alto, atlético y rubio policía inglés revisaba mi pasaporte, pude ver como las gotas de lluvia se transformaron en copos de nieve.

"Eso explica el frío" pensé y sin despegar mis ojos del cristal, descubrí que aquel día sería recordado como el más triste de mi historia.

— ¿Por cuánto tiempo pretende quedarse? —preguntó el oficial, pero yo lo escuché demasiado lejos. Mis pensamientos seguían en Estados Unidos y especialmente en su presidente— ¿Señorita? —insistió y por fin lo miré.

—No lo sé —confesé muy a mi pesar— Eso depende de cuánto tiempo me quieran aquí —bromeé alzando los hombros.

El chico, que no aparentaba tener más de unos cuantos años más que yo, sonrió, pero no muy convencido con mi respuesta.

Honestamente, si yo hubiese sido él, también desconfiaría de una pasajera que se presentaba frente a él con los ojos hinchados como los de un sapo por haber llorado tanto en el camino y que hablara sin pudor alguno como la parte conclusiva de un tedioso libro de autoayuda, que era precisamente lo que yo estaba haciendo.

Siempre había odiado ese tipo de libros porque lo único que hacen es notificarte que tu vida podría ser aún peor e insistir en que deberías conformarte con eso, pero evidentemente, cuando algo malo ocurre, mucha gente parece ponerse en plan de: "La vida apesta, pero no me vencerá".

Esa era yo justamente en ese momento.

— ¿Motivo de su viaje? —continuó con el interrogatorio de rigor, al que al parecer yo era incapaz de tomarle todo el peso y la importancia que realmente tenía.

—Huir —murmuré como un autómata mientras no dejaba de mirar la nieve caer— Necesitaba escapar.

— ¿Escapar de qué? —Siguió preguntando, ahora con una ceja en alto. No necesitaba decirme que estaba provocando suspicacias porque su cara me lo decía todo.

—De mi —suspiré— ¿Ha tenido una pena de amor?

—Varias —Sonrió.

—Pues... yo estoy en medio de una catástrofe amorosa y solo deseaba correr. Es humano huir del peligro, ¿sabía? Es un instinto.

¡Santo Dios! ¡Había perdido la cabeza! ¡Ni siquiera sé cómo el policía no mandó a llamar a salubridad y pidió que me pusieran en cuarentena! ¡Hasta un zombi lucía y se escuchaba más inteligente y coherente que yo! Aunque tal vez sí recordaba por qué no me había encerrado en el manicomio más cercano.

— ¿Señorita Edwards?

Escuchar la voz de mi nuevo jefe fue razón más que suficiente para tratar de volver a mi centro espiritual. ¡Había prioridades! Si, tenía el corazón roto en mil pedazos y no me importaba si mi comportamiento asustaba al policía y me expulsaba del país por resultarle sospechosa por mi evidente inestabilidad, pero sí que mi jefe creyera que estaba totalmente loca. ¡Eso sí que no! Antes muerta que sencilla.

Aunque debo advertir que nadie dijo que mis prioridades estaban bien puestas. Ni siquiera yo podía asegurarlo. No estaba pensando con claridad.

En mi defensa, solo puedo sostener que él era quien había realizado las gestiones para que mi viaje de último minuto hubiese resultado de maravilla, sin inconveniente alguno y así fue como mi escape de la Casa Blanca no había resultado toda una odisea, así que en agradecimiento por ello, comportarme como alguien relativamente "normal", era lo mínimo que podía hacer.

— ¡Primer ministro! —exclamó el policía y dejando todo de lado −incluso mi pasaporte− le rindió los honores que el protocolo demandaba— Muy buenas tardes, señor.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora