AMOR ES AMOR

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— ¡Hola, hola, caracola! —Solo la voz canturreada de Robert me hizo despegar la vista del horizonte en el que me había perdido al despertar.

Luego del extraño encuentro con Carter la noche anterior, poco había logrado dormir y cuando los pensamientos definitivamente no se callaron, haciendo un lío en mi cabeza, opté por levantarme y sentarme en la silla junto a mi ventana y simplemente pensar mientras aclaraba un nuevo amanecer.

—Buenos días para el novio —Le sonreí mientras él se acercaba al lugar en el que parecía haberme confinado desde antes que saliera el sol— ¿Nervioso?

— ¡Demasiado! —Tomó mis manos y se arrodillo frente a mí— ¿Qué pasa? Eres tú la que luce poco animada.

—No hablemos de eso —Le resté importancia— Hoy es tu día, no el mío.

—Sabes perfectamente que si tú no estás bien hoy, yo menos. Anda, cuéntame. ¿Qué pasa?

Apreciaba enormemente su amabilidad y comprensión, porque se suponía que ese día era de él y solo para él −bueno, también para su novio, claro—, pero siendo tan desprendido como siempre −al menos conmigo. Con otras personas no estaba ni cerca de ser así−, puso mi bienestar por sobre sus propios intereses.

—Tu novio tuvo una despedida de soltero anoche.

— ¡Ya sé! —Me interrumpió mientras reía incrédulo— ¿Quién lo diría? ¡Charlie Truman y Carter McKellen de fiesta!

—Una fiesta en la que, al parecer, a tu marido se le soltó la boca —bufé, aunque no sabía muy bien si estaba molesta o resignada.

— ¿Qué le dijo?

—Lo suficiente como para que Carter creyera que estoy con él por lástima o porque quise salvarlo.

— ¿Salvarlo de qué o qué?

—Me imagino que de su padre, no sé —Alcé los hombros— Carter fue bastante críptico, por decirlo de alguna manera.

—Le he contado muchas cosas a Charlie...

—Ya. No necesitas explicarme nada —Lo detuve— Charlie está a un paso de ser tu marido. Es obvio que le cuentes cosas de tu vida y yo soy parte de ella. Es normal. No estoy enfadada contigo.

—No quería perjudicarte —murmuró haciendo un mohín lastimero y besó una de mis manos— Perdón.

—No pidas perdón, cariño —Le tomé la cara con ambas manos y le di un beso en la mejilla— Después de todo, es mi culpa. Entré en pánico y mi relación entró en crisis, pero debí terminar con todo lo de pedirle tiempo mucho antes de que esto pasara.

—No te culpes. Sabes que todo tiene una explicación. Lo hicimos por un bien mayor y no precisamente para salvar a nuestro jefe.

Robert tenía razón. Era cierto que le había pedido un tiempo y distancia a Carter, pero aunque llevaba dos semanas evitándolo, la verdad es que de haber escuchado mis verdaderos deseos, un par de días hubiesen bastado para correr a sus brazos y ponerle fin a la agonía de tenerlo lejos. Entonces, ¿por qué aún no lo hacía? ¿Por qué no había renunciado ya a la idea absurda de tratar de vivir distanciada del amor de mi vida?

Pues precisamente por Robert.

—Oh, querida —dijo mi amigo aquel día, al entrar a mi recién inaugurado despacho y encontrarme hecha un mar de lágrimas. Pocos segundos antes, Carter se había marchado con el corazón destrozado por mi culpa— Ya supe lo que pasó —De rodillas frente a mí, tal como en ese momento, se apresuró a secar mis mejillas con sus dedos pulgares— No le hagas caso a esa serpiente. Estoy seguro de que inventó cada cosa que dijo. ¡Nadie la conoce!

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora