Charles Chaplin decía que el tiempo es el mejor autor porque siempre encuentra un final perfecto y toda mi vida admiré a "Charlie" −no, no Charlie mi asesor. Charlie le decían a Chaplin−, probablemente porque me identificaba con su difícil niñez entre un padre alcohólico y una madre con trastornos psiquiátricos, porque aunque mi padre bebía bastante poco y mi madre lucía aparentemente cuerda, mi casa era también un nido de enfermos.
Aun después de la ausencia de ambos −su padre muerto por cirrosis hepática y su madre internada en un manicomio− y de ir de un orfanato a otro, él se mantuvo inflexible en su decisión de vivir, acorde a lo que sus diversos trabajos le permitían, pero vivir al fin y al cabo.
Con una historia como esa, no hacerlo hubiese sido una determinación a lo menos comprensible.
Después de mucho trabajo y esfuerzo, el destino simplemente le tendió una mano y le permitió convertirse en el ícono del cine mudo y del humor en el mundo entero.
Un hombre que aun después de su muerte hace reír a millones de personas, por dentro lloraba a mares sus propias penas. ¿Podía haber una ironía más grande que esa?
Pues solo se me ocurría una y esa era la historia de un hombre que no tenía idea de política, siendo el presidente de los gloriosos Estados Unidos de Norteamérica y que aun siendo un ferviente admirador del rey del silente séptimo arte, en ese momento no lograba encontrarle sentido a una de sus célebres frases.
Tiempo, un termino tan grande y a la vez tan pequeño.
Tiempo era lo que Amelia había pedido y aunque como un gran admirador de Chaplin, debería estar convencido de que ese tiempo nos daría un final perfecto, me era difícil explicar la sensación que me había embargado en el momento en que mi novia me solicitó amablemente, poner especio entre nosotros.
Hubo pena, rabia y dolor. Me sentí perdido, solo y desamparado. Pero lo que más hubo, además de confusión, fue miedo.
Hasta ese preciso instante, tenía la certeza de que Amelia era mi salvavidas ante cualquier eventualidad de cualquier tipo y que estaba a mi lado, tomada de mi mano, haciendo frente a cualquier cosa que pudiese ocurrir.
Luego de él, lo único que sabía era que si algo malo pasaba, ella no estaría ahí para salvarme.
Jamás creí que ella sería capaz de hacerme sentir casi tan vulnerable como me sentí la primera vez que vi a mi padre golpear a mi madre. Jamás creí que alguien fuese capaz de hacerme perder toda la seguridad que se supone que debes experimentar en el que se supone que es tu hogar y mi padre lo había hecho una vez. Amelia la segunda y rogaba a mis ancestros porque fuese la última, porque la verdad es que no había sensación más lúgubre que esa, sobre todo cuando aumentaba un poco más con cada día que pasaba.
Amelia había pedido un tiempo y ya llevaba dos semanas tratando de lidiar con la profunda soledad que había embargado mi vida.
— ¿Aún vagando por tu soledad? —El suspiro de Charlie y el hecho de que se sentara a mi lado, me trajeron de vuelta de mis recuerdos.
—Algo así —resoplé agotado.
—No te preocupes —Me entregó un vaso de whisky y ambos tomamos un trago al mismo tiempo— Amelia estaba un poco angustiada y necesitaba espacio. No tiene nada de malo.
—Quiero creer que es así, pero no pude evitar sentirme...
— ¿Abandonado? —intervino y asentí con la cabeza, lo que lo hizo sonreír— Sigue siendo tu novia, no está saliendo con otro y sigue aquí. Lo sabes, ¿verdad?
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FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]
RomanceA un año de asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica contra su voluntad, la vida de Carter McKellen es radicalmente diferente a la que tenía, pero también a la que quería. Mucho más juicioso, sereno, maduro e increíblemente apropi...