FRENTE A LA CRUDA REALIDAD

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Fue curioso como el simple acto de que Carter tomara mi mano en ese momento, me transmitió mucha de la tranquilidad que me hacía falta. Hasta hace poco más de un año, él era el novato y yo quien estaba a cargo de brindar la confianza y seguridad al equipo en el que ambos nos habíamos convertido, pero como dice el dicho: "Nadie sabe para quien trabaja" y los roles habían dado un giro de ciento ochenta grados.

¿Cómo podía confiar en él, sabiendo que la de la experiencia era yo? Pues ni idea. Simplemente lo hacía y extrañamente ni siquiera me resultaba una contradicción. Era como si cada molécula de mi existencia estuviese enamorada de ese hombre y hubiese puesto todo en sus manos, aun contra lo que la razón me indicaba.

Que no me soltara ni siquiera cuando estábamos a punto de bajar del Air Force One, solo vino a reafirmar mi convicción. O mi demencia, tal vez.

—Como siempre, un vuelo impecable, comandante —dijo al piloto con su ya acostumbrada sonrisa deslumbrante −que prácticamente era su sello personal− y el oficial pareció ni siquiera notar que la mano de su super poderoso jefe, estaba entrelazada con la mía. Y si lo notó, fue bastante bueno ocultándolo.

—Muchísimas gracias, señor.

— ¿Lista? —insistió antes de asomarse a la puerta siquiera, aunque evidentemente ya estaba abierta para él y con todo dispuesto para su recibimiento.

—Creo que es mejor así —reí de una forma graciosa en el momento en que solté su mano y opté por tomarme de su brazo porque no quería que se detuviera demasiado en ese detalle.

— ¿Vamos a seguir ocultando esto? —masculló visiblemente molesto.

—Carter, por favor —resoplé— Ya lo hablamos. Además, no lo hago por eso. Sabes bien que la escalera es larguísima y lo último que pretendo es rodar peldaños abajo. Es más seguro tomarme de tu brazo que de tu mano. Eso es todo.

—Mmm —Se limitó a proferir.

—Anda, vamos.

Lo que vino después fue como de película.

Al salir del avión me encontré con mi primer gran obstáculo y no fue precisamente el hecho de que decenas de reporteros esperaran en la loza del aeropuerto.

Cientos de veces vi a los presidentes −solos o acompañados de sus respectivas primeras damas− bajar del avión presidencial con una gracia tal, que lo hacían parecer un juego de niños. Una pequeña y miserable pieza dentro del complejo puzle que significaba dirigir un país, pero la verdad es que hacerlo era totalmente diferente a verlo por televisión.

No me caracterizaba por tenerle un particular miedo a las alturas, hasta ese preciso momento.

—Sabes que si me caigo seré un espectáculo a nivel internacional —murmuré entre dientes mientras él, jactándose de su encanto, sonreía y saludaba a los reporteros, con una mano en alto.

—Sonríe y saluda, preciosa —sugirió imperceptiblemente— Sonríe y saluda. No es tan diferente a la gran escalinata de la Casa Blanca. Todo estará bien.

—De acuerdo —suspiré mientras me obligaba a dibujar una sonrisa en mis labios y saludaba tal como él lo hacía, pero siempre recordando las instrucciones que la señora Klein me había dado al respecto.

"Dedos erguidos y en compás. No exagerar".

—Si te caes, prometo ir tras de ti. No dejaré que me robes las portadas de mañana.

Confieso que su broma, además de hacerme reír, provocó que el ambiente se distendiera lo suficiente como para que la confianza en mis capacidades se incrementara y comenzáramos a bajar paso a paso, escalón por escalón, una escalera que se me hizo prácticamente eterna.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora