No sabía ni qué hora era, pero el día insistía en meter los condenados rayos de sol por los espacios entre las cortinas y yo me negaba a abrir los ojos. Sí, había dormido mucho menos de lo que acostumbraba, pero mis razones para no querer despertar del todo, poco tenían que ver con la falta de sueño.
La verdad es que me daba temor la sola posibilidad de que la noche anterior no hubiese sido más que una macabra jugarreta de mi imaginación –después de todo, ya lo había hecho antes– y si no lo era, detestaba el hecho de que estuviese a punto de terminar. Solo estaba tratando de mantener nuestra burbuja intacta un poco más, solo un poco más.
Pero el tiempo no se detiene y la agenda del día estaba cargada de reuniones y conferencias que tenía que enfrentar, sobre todo en ese momento en que había decidido transformarme en un adulto totalmente responsable.
Un hombre hecho y derecho, aunque fuese difícil creerlo.
Respiré profundamente y fingiendo no estar del todo consciente, deslicé mi mano entre las sábanas. El calor de su cuerpo desnudo junto a mí, descartó cualquier posibilidad de que lo ocurrido hubiese sido una fantasía y abrí los ojos mucho más tranquilo y confiado, para encontrarme con sus cabellos alborotados sobre la almohada, adornando su placido rostro relajado y coronado con una sutil sonrisa. Estaba profundamente dormida, pero estaba ahí, junto a mí y tuve unas ganas demenciales de retratar ese momento de alguna manera.
No sonreír como un loco enamorado fue imposible y luego de besar la punta de su nariz con la delicadeza necesaria para no despertarla, decidí que debía hacer algo para extender la mañana.
Me levanté en silencio y sin prisas, me preocupé de dejarla bien cubierta –que el sol hubiese salido, no significaba que no hiciera frío, mucho menos con la lluvia del día anterior– y gracias al servicio al cuarto, en pocos minutos tenía un contundente desayuno por servir.
Tomé mi celular y luego de poner cualquier música que el destino y el reproductor determinara, me puse manos a la obra. No es que poner tazas, platos y comida sobre la mesa contara como "prepararle" el primer desayuno a la primera novia oficial que tenía en mi vida, o más bien que pretendía tener, pero al menos estaba haciendo el esfuerzo, ¿no?
—If you gave me a chance, I would take it. It's a shot in the dark, but I'll make it —cantaba las apropiadas frases de "Rather be" de Clean Bandit que sonaba a un volumen más que prudente, mientras organizaba la mesa moviendo mi cuerpo al ritmo de la música.
— ¡Que bailarín amaneciste! —Escuché la voz de mi doncella y me volteé a mirarla. Sentada en la cama, sosteniendo el borde del edredón sobre su pecho.
— ¡Estoy contento! —admití y abrí los brazos, como si fuese más que obvio.
—Eso veo —Sonrió e iluminó mi mañana— ¿Me preparaste el desayuno? —ironizó sin creer que había sido capaz de hacer algo por ella.
—Confieso que lo hizo el chef del hotel —Tomé la rosa que venía en el carrito, me acerqué a la cama y finalmente llegué hasta ella gateando con la flor entre mis dientes, lo que le causó tanta gracia, que rio a carcajadas— Pero ya habrá tiempo para que lo prepare con mis manitos —afirmé cuando quitó la rosa de mi boca y aproveché de besarla liberando la pasión contenida— Buenos días, preciosa —susurré con su nariz junto a la mía.
—Buenos días, hermoso.
—Anda, el desayuno espera —ordené cariñosamente y volví a besarla mucho más breve y apropiadamente esta vez.
No tardé en regresar a la mesa y mientras bebía una taza de aromático té de jazmín, no le quité los ojos de encima a Amelia. Verla moverse desnuda y con soltura por la habitación, mientras buscaba qué ponerse, era un deleite al que estaba seguro de que podría acostumbrarme a disfrutar el resto de las mañanas de mi vida.
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FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]
RomanceA un año de asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica contra su voluntad, la vida de Carter McKellen es radicalmente diferente a la que tenía, pero también a la que quería. Mucho más juicioso, sereno, maduro e increíblemente apropi...