DESDE CERO

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El inminente regreso de Amelia a la Casa Blanca, me tenía los pelos de punta.

Caminaba de un lado a otro revisando detalles que a cualquiera le hubiesen resultado insignificantes, pero para mí, hasta la posición de las cortinas de la habitación de las reinas era importante.

Había pasado una semana desde que había despertado del coma y el médico había insistido en mantenerla en observación unos días más, aun en contra de su voluntad.

Pero esos siete días no habían estado exentos de conflictos. Primero porque Amelia parecía no recordar absolutamente nada de lo que había pasado entre nosotros en Londres y Berlín, y segundo, porque terminar su recuperación en la Casa Blanca era algo que evidentemente no aceptó de buenas a primeras.

—Bueno, lo que Amelia tiene es una amnesia disociativa localizada —sentenció el neurólogo que la había analizado en profundidad en compañía de un psicólogo, ambos sentados frente a sus padres y a mí, en una pequeña consulta del hospital— El traumatismo provocó un hematoma y una inflamación que causó un daño en el cerebro que puede o no ser reversible y que tiene como síntoma la pérdida de memoria. En este caso, de un periodo de tiempo en concreto, por eso se denomina "localizada".

—No recuerda el último mes, aproximadamente —agregué muy a mi pesar, porque ese mes había sido el de mayor progreso en nuestra relación.

—Pero va a recuperarse, ¿verdad? —preguntó Debbie más que preocupada.

—Pues —intervino en psicólogo— Algunas veces los recuerdos regresan rápidamente. En otros casos, la pérdida de memoria puede ser persistente.

— ¿Por cuánto tiempo?

—Es imposible decirlo, señor presidente. Podrían ser unos días o tal vez nunca recuerde nada. Eso depende de cada paciente.

Odiaba esa maldita respuesta, por su ambigüedad y porque dejaba abierta la posibilidad de que Amelia nunca en su vida recordara todo lo que había pasado entre nosotros en Europa.

Con esa respuesta, volvíamos a un momento en nuestras vidas en que lo único que había entre nosotros era resentimiento –al menos de su parte– y en el que estábamos en punto muerto.

— ¿Hay algún tratamiento? —interrogó el hombre que debería saber que era mi suegro, pero me tuve que tragar las ganas de decírselo.

—Bueno, generalmente los pacientes recuperan los recuerdos paulatinamente y sin necesidad de tratamiento, así que deberíamos darle un tiempo, evitando darle información del espacio de tiempo que permanece olvidado —sugirió el psicólogo que irónicamente tenía cara de loco— Si eso no funciona, podríamos inducir recuerdos mediante hipnosis o con entrevistas facilitadas con fármacos.

— ¿Fármacos? —repuso Debbie.

—Se administran sedantes por vía intravenosa para reducir la ansiedad que provoca el episodio amnésico —clarificó el profesional— Lo importante es inducir recuerdos en un ambiente controlado para evitar recuerdos falsos o cuadros de ansiedad y angustia muy intensos.

— ¿Recuerdos falsos? —cuestioné pidiéndole implícitamente que aclarara el termino, porque al menos a mí, me sonaba como a película de extraterrestres.

—Recuerdos de cosas que no ocurrieron en realidad o que si ocurrieron, el paciente los recuerda de forma distorsionada.

— ¿Y eso existe?

—Si lo crees, lo creas —Alzó los hombros— El poder de la mente es inconmensurable. Muchos han visto un cerebro, pero ninguno un pensamiento.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora