RECUENTO DE DAÑOS

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Al despertar ese día, jamás imaginé las implicancias que tendría el celebrar mi cumpleaños. Estaba demasiado molesta con Carter por no haber dormido conmigo o incluso por no haber sido el primero en saludarme cuando el reloj marcó los primeros minutos del que se suponía que sería uno de los días más felices del último tiempo, como para imaginar la forma en que terminaría.

Había escuchado la alarma programada en mi celular. De hecho, había despertado antes de que sonara, pero mi enojo superó con crecer las ganas de levantarme temprano.

Por más o menos media hora, todo lo que hice fue darme vueltas en la cama entre bufidos y gruñidos que esperaba que se escucharan al otro lado del corredor para que mi desconsiderado novio estuviese al tanto de que estaba más que enojada con él.

— ¡Feliz cumpleaños! —Escuché a coro de pronto y tanto Robert como Kat habían irrumpido no solo en mi habitación, sino también en mi cama.

No estaba de humor, pero esos dos tenían la facilidad abismante de hacerme sentir mejor, así que entre besos, abrazos y cosquillas reconstruyeron mi ánimo y lograron que me levantara y nos fuéramos directo a mi oficina.

Confieso que cuando pasé por ahí, miré de reojo hacia el otro lado del pasillo y tuve la intención de ir a presentar mi reclamo formalmente, pero el día ya había comenzado lo suficientemente mal como para además tener que lidiar con una discusión que sería infructuosa. De todas formas, ya había olvidado saludarme y eso no tenía remedio.

O al menos eso pensé hasta que llegué a mi despacho y al entrar, los jardines de la Casa Blanca parecían haber palidecido ante el mar de rosas y lirios de agua que habían invadido mi espacio de trabajo. Había más flores dentro que fuera y mis amigos boquiabiertos miraron a todos lados tratando de entender en qué momento había sido víctima de un bombardeo floral.

A mí me bastó media fracción de segundo para descubrir que la parte de ignorarme, no dormir conmigo y no ser saludada a media noche, era parte de la sorpresa que tuvo un efecto inmediato sobre mi mal humor.

Había corrido como el viento de regreso a la habitación de Lincoln, pero Carter no estaba ahí y conociéndolo, que no estuviese en su cuarto tan temprano solo podía significar que eso también era parte del plan, pero si había un lugar donde mi novio podía esconderse a aguardar que por fin se develara la sorpresa, ese era el Despacho Oval.

Se preguntará cómo podía saber eso si la Casa Blanca tiene cientos de habitaciones en las que esconderse y así hacer más difícil la labor de encontrarlo, pero la respuesta era simple. Carter no quería aplazar el encuentro, solo pretendía que hiciera una cosa antes que la otra y si por casualidad se me hubiese ocurrido ir a reclamarle la falta de afecto que había significado el que no haya sido el primero en saludarme, antes de ir a mi despacho y descubrir sus reales intenciones, un par de agentes del Servicio Secreto −posiblemente Taylor− me hubiesen detenido e inventado maravillas para enviarme a mi oficina primero.

Carter había dejado de ser el hijo problema de Christopher McKellen hace mucho tiempo y para ser honesta, me enorgullecía saber que sus movimientos habían dejado de ser reacciones inesperadas, impulsivas y sin planificación, pasando a ser estrategias mucho más elaboradas en las que pensaba hasta en el último detalle. Aunque hubiese sido yo la víctima esta vez, claro.

Con la felicidad al tope corrí al área administrativa haciendo lujo de mis nuevas habilidades en tacones, cosa de la que caí en cuenta solo cuando estaba entre los brazos de Carter, besándolo como una demente que había perdido la razón por un centenar de flores.

No esperaba más que eso. Estaba rebosante de alegría y aunque mi novio anunció que la celebración estaba recién comenzando, yo me sentía más que pagada y satisfecha con la sorpresa, en especial porque había estado detalladamente calculada e incluso las flores elegidas tenían un significado para nosotros.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora