Los últimos detalles de los preparativos para la cumbre del grupo de los ocho, nos habían vuelto locos a todos las últimas semanas y aunque realmente mi cuerpo suplicaba por un descanso, agradecía que la titánica misión de que todo resultara a la perfección, se estuviese llevando de mi vida incluso el tiempo que antes ocupaba en pensar en Carter, en lo desafortunada de mi situación al respecto y en lo mucho que extrañaba a mis padres, a mis amigos y a... bueno, ya saben. A ellos.
Kat había estado sometida al mismo nivel de estrés y exigencia que yo. Corríamos de un lado a otro, armábamos portafolios, confirmábamos asistencias, coordinábamos cenas y reuniones con el palacio de Buckingham, y hasta de que las banderas de los países asistentes estuviesen bien planchadas y ubicadas, nos hacíamos cargo. Así que el día antes de la dichosa cumbre, cuando ya no quedaba más que hacer que confiar en que nuestro arduo trabajo rendiría sus frutos, decidimos salir por unas copas y felicitarnos por haber cumplido la misión que se nos había encomendado.
— ¡Te juro que mañana no pienso salir de la cama! —exclamó luego de haberse bebido dos Cosmopolitan en una fracción de segundo.
—Lo merecemos. Aunque no cantemos victoria, podría pasar cualquier cosa —sugerí siendo mucho más prudente que ella con el alcohol.
— ¡Pájaro de mal agüero! —acusó en forma graciosa y ambas nos reímos— ¿¡Que podría salir mal!?
—Por nuestro bien... espero que nada, Kat —suspiré— Espero que nada.
Cuando William nos había asignado dedicación exclusiva a organizar la cumbre del G8, mi primer impulso fue negarme, porque la posibilidad de encontrarme con Carter era bastante alta, considerando que en mi opinión, al menos esa reunión de jefes de Estado, estaba especialmente hecha para lamerle las botas al presidente que estuviese de turno en Estados Unidos. Ser "aliados" no era más que la excusa.
Ante eso y probablemente la cara de espanto que tuve que haber puesto, nuestro jefe fue especialmente enfático a la hora de aclarar que ni Kat, ni mucho menos yo, debíamos estar presentes en las actividades con los mandatarios, lo que me dejó mucho más tranquila y me permitió aceptar tamaña responsabilidad, pero por alguna razón, los últimos días una extraña sensación se había apoderado de mí.
No podía explicar con detalle qué clase de sensación era, tal vez porque eran varios sentimientos amalgamados.
¿Miedo ante la posibilidad de encontrarme con la razón de mis últimos meses de desdicha? Claro, pero al mismo tiempo, ser consciente de que estaríamos a escasa distancia, a momentos me daba rabia y a otros, incubaba el deseo arrollador de correr hasta él, lanzarme a sus brazos y no separarnos por ningún posible motivo.
Seguramente, si verbalizaba mi estado de ánimo, quien me escuchara aseguraría que había perdido la cabeza, pero como hasta yo misma lo pensaba, opté por callar. Además, nadie conocía mi historia con Carter los suficiente como para hacerse una idea correcta, que le permitiera dar una opinión certera al respecto –no en Londres por lo menos–, así que cerrar la boca era la mejor opción.
Un trago tras otro, beber hasta más allá de las diez de la noche me parecía un exceso, así que, aunque unos cuantos colegas y otros tantos amigos de Kat se acababan de sumar a la "fiesta", yo opté por despedirme brevemente y regresar caminando al importante lugar que por el momento era "mi casa".
Siempre nos decidíamos por el mismo bar que estaba a unas cuantas calles, porque Kat no era de las que terminaba las tertulias temprano y si tenía que volver antes y lo hacía sola, me gustaba caminar.
Me gustaba ese breve momento en el que era una simple chica "perdida" en Londres.
Pasé frente a la icónica puerta del diez de Downing Street, me detuve frente a ella y la contemplé sin poder creer que estaba en el mismo lugar, en el que innumerables veces Winston Churchill fue fotografiado alzando su mano formando una "v" con los dedos –en señal de "victoria"–, durante la Segunda Guerra Mundial. El mismo lugar que había sido testigo de manifestaciones contra la guerra de Vietnam o la guerra de Irak y también de la sentida renuncia de la primer ministro Theresa May, tras no haber logrado un acuerdo conveniente para el BREXIT −proceso que tiene por finalidad que el país deje de pertenecer a la Unión Europea−. Estaba en uno de los lugares de Londres dónde evidentemente todos querían una foto, por la importancia que todos aquellos hechos habían tenido para la historia de la humanidad y que habían ocurrido precisamente ahí.
ESTÁS LEYENDO
FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]
RomanceA un año de asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica contra su voluntad, la vida de Carter McKellen es radicalmente diferente a la que tenía, pero también a la que quería. Mucho más juicioso, sereno, maduro e increíblemente apropi...