SERPIENTE DEL PARAÍSO

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—Vaya, vaya, vaya —resoplé admirado por el lugar.

La escalera de mármol, de elegantes barandas negras caladas con forma de enredadera y pasamanos dorado, que se veía desde el recibidor al entrar, ya era bastante impresionante y te dejaba en claro que no estabas en cualquier hotel. Las cinco estrellas parecían escaparse por los rincones, lo que se confirmó y quedó más que claro cuando entramos a la habitación.

Si bien es cierto era un cuarto de un solo ambiente, tenía el espacio suficiente como para que lo primero que viéramos una vez dentro, fuese una cómoda sala de estar con un amplio sofá semicircular al que de fondo lo acompañaban un par de grandes ventanas, que aun cuando estaban cubiertas por un visillo blanco, permitían entrar la luz que quedaba de la tarde. Había unas cortinas de color marrón claro junto a ellas, que hacían juego con los colores fríos que inspiraban y reinaban en la habitación –los marrones, beiges y el color hueso, solo estaban ausentes en algunos detalles como los cojines sobre el sofá o la almohada decorativa sobre la cama, que eran morados– y que Amelia se apresuró a cerrar, probablemente porque consideró necesaria mucha más privacidad.

No quería ponerme paranoico, pero existía la posibilidad de que alguien nos hubiese visto y reconocido y sabiendo las locuras que la gente era capaz de hacer por dinero –no necesitas ser reportero para obtener la foto de una primicia y venderla por cientos o hasta miles de dólares–, ni siquiera la cuestioné respecto a esa decisión.

Por su ubicación, la propia forma del hotel hacía que la alcoba tuviese una curva en la que había una mesa redonda que podría recibir tranquilamente a cuatro comensales o ser una amplia zona de trabajo y que gracias a su distribución, lograba hacer las veces de separador de ambientes, ya que a un par de pasos de distancia y no a plena vista desde la puerta, una cama king impoluta y estrictamente alba, coronaba un espacio que dentro de la suntuosidad del recinto, lucía bastante sencilla, aun cuando contaba con todas las comodidades.

Al otro lado de la sala de estar había una puerta que podía apostar que llevaba al baño, pero la verdad es que en ese momento no me preocupé de ir a analizar los detalles arquitectónicos de él.

Obviamente tenía otras prioridades.

—El reino no escatima en gastos —bromeó Amelia pasando por mi lado y luego de que besara mi mejilla con una dulzura entrañable, no pude estar más de acuerdo.

—Lástima que William no obtuvo lo que esperaba —fanfarroneé con orgullo un logro del que no merecía ningún crédito. Mi chica había hecho el trabajo sucio magistralmente y no me quedaba más que disfrutar de la satisfacción que eso me provocaba— Amelia, ya cerraste las cortinas —reí mientras la miraba caminar aparentemente en círculos por toda la habitación y no entendía la razón— Nadie puede vernos. ¿Por qué estás tan nerviosa?

—No estoy nerviosa —respondió apenas salió del baño con lo que parecía ser una bata de algodón entre sus manos— Solo fui por esto. Ten —Me la pasó, pero al parecer el ataque fulminante de amor me tenía medio idiotizado, porque no entendía para qué me la daba— Cámbiate. Pronto llegará el servicio al cuarto que pedí y podrán llevar tu ropa a secar.

—Ah, cierto —Por demasiado tiempo había olvidado que estaba empapado de pies a cabeza. ¿Qué puedo decir? ¡Idiotizado! Pero al parecer no era el único con "reacciones limitadas", porque ella se quedó de pie frente a mí, en el más absoluto silencio— ¿Quieres que me cambie contigo aquí? —ironicé con coquetería y aunque por mí no había problema, estaba seguro de que para ella no era una alternativa.

—Pues —Dejó la duda suspendida en el aire y mientras se mordía el labio inferior y miraba perdida al horizonte, por un instante creí que me habían cambiado a la chica— ¡No! —casi gritó de pronto y sacudió la cabeza como si de un segundo a otro su cerebro hubiese recuperado su conexión con la realidad. ¿Lo ven? No era el único embobado— Lo siento. Yo... Yo... —titubeó y un tomate maduro envidiaría el rubor de sus mejillas— ... ¡voy al baño! —chilló y corrió a esconderse en él, lo que no dejó de causarme tanta gracia que no detuve la risa a carcajadas.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora