GUERRAS INTERNAS

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Había pasado más de un mes. La temporada de huevos de chocolate se acercaba a pasos agigantados y la primavera había arribado en todo su esplendor hace un par de semanas, cuando decidí que mis horas de entrenamiento me resultarían mucho más confortables si las hacía en los jardines, aprovechando las agradables temperaturas que la estación estaba proporcionando.

Siempre hacía deporte, pero en esos días se me hizo absolutamente necesario aumentar la cantidad e incluso la intensidad, porque aun cuando la presidencia se estaba manteniendo curiosamente tranquila como una taza de leche, mi vida personal estaba en completo desbarajuste y como se imaginarán, todo ese caos tenía que ver con Amelia.

En un principio, el plan de Taylor de "revivir" nuestros momentos juntos había sonado prometedor y poniendo todas mis esperanzas en ello, me alegró que Amelia recuperara su ritmo de trabajo como si nada hubiese pasado y cuando digo nada, me refiero a absolutamente nada. Ni siquiera lo de Marshall.

—Es tan raro —pensé en voz alta un día cualquiera en que Taylor me había llevado una taza de café y nos habíamos quedado conversando mientras lo bebíamos— Es como si nada hubiese pasado, pero Marshall casi la mata.

—Las personas tienen diferentes formas de afrontar eventos traumáticos como ese —Suspiró sentado frente a mi escritorio y mirando al cielo— Tal vez el trabajo es su mecanismo de defensa.

—Si, puede ser. Pero es como si tuviese experiencia —dije casi sin pensar, pero unos segundos más tarde le tomé el peso a mis propias palabras— ¡Eso es! —exclamé de pronto y Taylor me miró automáticamente.

— ¿Qué cosa?

—Experiencia, Taylor —insistí— Tal vez no era la primera vez que ese hijo de puta le hacía algo.

—Pues, yo mismo lo detuve una vez. Pero no tengo certeza de que haya sido un comportamiento recurrente.

—Tengo que averiguarlo —gruñí— Pero Amelia está más distante que nunca y dudo que quiera contarme algo.

—No la presiones, Carter —sugirió— Si enfocarse en el trabajo le sirve para lidiar con todo esto, que lo haga. No metas el dedo en la llaga.

—Mmm. Tal vez tengas razón. Pero no es normal su reacción, Taylor. No es normal. Además, no me preocupa que esté concentrándose en el trabajo. Me preocupa su cercana relación con el capitán Adams.

—Ah, bueno. Entonces tu problema son los celos.

—No es eso.

—Si, claro —ironizó y entornó los ojos.

—Taylor, nadie a quien hayan tratado de matar, actúa de esa manera.

—Dale tiempo —reiteró en un tono con el que me pedía implícitamente paciencia— Lo necesita.

—De acuerdo —suspiré resignado.

Y aunque seguía pensando lo mismo, opté esta vez por escuchar la voz de la experiencia. Después de todo, los consejos de Taylor nunca habían fallado. O al menos eso era lo que pensaba hasta el preciso momento en que fui a pedirle a Amelia que me acompañara al evento de conmemoración del día de la mujer, que este año –después del desastre que había provocado Charlie el anterior–, había sido organizado por la señora Klein bajo mi estricta supervisión.

—Buen día, Kat —saludé entrando al despacho de Amelia, aunque no esperaba encontrarme solo con su amiga.

—Buenos días, señor presidente. ¿Qué lo trae por aquí tan temprano?

—Estoy buscando a Amelia. ¿Sabes dónde está?

—Ah. Pues... —Los titubeos ya fueron una mala señal— ... ¿Amelia?

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora