CONDENADA POR EL PECADO

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Sumergida en las postrimerías del primer orgasmo de mi vida e hiperventilando al borde de lo riesgoso, permanecí con la cabeza apoyada sobre el pecho de Carter y con los ojos cerrados me dejé hipnotizar por el acelerado compás que marcaban los potentes latidos de su corazón y el subir y bajar de su pecho al respirar.

No, no era virgen, pero mis experiencias sexuales anteriores además de ser muy pocas, ni siquiera eran dignas de contar. Mucho menos de compararlas con lo que ese hombre acababa de hacer conmigo sin siquiera haber terminado de desvestirse. Carter McKellen estaba a otro nivel y ahora comenzaba a entender la fascinación que todas las mujeres tienen con él. Era más que agradable, espontaneo, gracioso, atractivo, poderoso y además, el sexo alucinante venía incluido en el paquete.

— ¿Estás bien? —Tanto silencio de mi parte lo tenía intrigado o tal vez preocupado.

—Uhjum —No me salía ni media palabra de la boca y a él le pareció gracioso porque lo oí reírse, pero la verdad es que cualquier cosa que le dijera se quedaría corta.

—Amelia, si no me hablas voy a empezar a preocuparme —bromeó y yo sonreí antes de besar su pecho.

—Estoy bien —balbuceé— Tratando de volver a la tierra —confesé— Eso es todo.

—Dijiste que no eras...

—Virgen —Lo dije por él, porque cada vez que lo mencionaba o al menos intentaba hacerlo, no parecía estar confortable— Lo sé. Pero no había hecho nada parecido.

Solo dije la mitad de la verdad, porque confesarle que era el detentador del primer orgasmo de mi vida, era darle demasiado poder sobre mi pasado e incluso de mi vida. Aunque si lo nuestro llegaba a ser más serio, en algún momento tendría que explicarle sin excusas y con lujo de detalle esa parte lúgubre de mi historia.

— ¿Con qué clase de trogloditas te has acostado? —ironizó inocentemente.

—No tienes idea —resoplé entornando los ojos, aprovechando que no podía verme.

—Bueno, señorita. Es hora de superar sus expectativas.

— ¿Qué haces? —pregunté al verlo inclinarse frente a mí y la respuesta llegó más rápido de lo que esperaba. Sin previo aviso tomó mis piernas y cuando me levantó en el aire, solo atiné a sostenerme rodeando su cintura con ellas y su cuello con mis brazos— ¡Carter! ¡No hagas eso! ¡Bájame! —chillaba entre risas mientras él caminaba conmigo encima, como un koala bebé aferrado a su koala mamá. O mejor dicho, papá.

—Sus deseos son mis órdenes.

Se inclinó hacia delante y lo siguiente que supe fue que estaba desparramada sobre la cama y riendo a carcajadas mientras él ponía una rodilla entre mis piernas y se agachaba para desarmar el apresurado moño que me había montado en la coronilla.

—Te amo —jadeé para mi sorpresa y la suya, cuando nuestras miradas se cruzaron y después de que me dedicara una sonrisa de medio lado, empapada de lujuriosas promesas, desapareció de mi campo de vista.

No podía verlo, pero lo sentía. Sentía su ineludible presencia cercana a mi cuerpo y su inconfundible perfume a mi alrededor.

Estaba ahí, junto a mí y era imposible ignorarlo.

Empezaba a disfrutar del hecho de que Carter hiciera y dijera decena de cosas acertadas incluso antes de que el sol se pusiera en Berlín y conociéndolo como la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica me lo había permitido, podía dar fe de que algo muy diferente había en él, aunque no podía descifrar qué.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora