CELOS, LENTEJUELAS Y PERTENENCIA

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"Que Dios me perdone, pero en este momento solo puedo pensar en pecados" Hablé porque fue lo más decente que se me ocurrió decir. Todas las demás cosas que pasaron por mi mente en esa fracción de segundo, era muy poco apropiado manifestarlas en presencia de tantos agentes del Servicio Secreto, sobre todo porque Thomas era uno de los pocos de ellos que tenía conocimiento de nuestra relación y seguramente podía llegar a imaginar algunas de las perversidades que tenía en mente.

—Veo que te sorprendo —Sonrió visiblemente sonrojada, pero por primera vez desde que la conocía, no agachó la cabeza para esquivar mi persistente mirada.

Amelia estaba coqueteándome descaradamente y lejos de preocuparme por ello, mi cuerpo manifestó su contundente aprobación justo entre mis piernas.

—Te ves...

— ¿Pornográfica? —ironizó y me hizo sonreír. Solo Amelia Edwards podía catalogar un vestido como "pornográfico".

—Iba a decir despampanante, pero puedes mantener ese concepto en mente. Lo necesitaré para cuando termine la fiesta.

—Shhh —protestó mirando sobre mi hombro a los hombres de negro que aguardaban a mis espaldas— ¿Qué tal su día, señor presidente?

—Sin comentarios —resoplé entornando los ojos. Teniendo en cuenta de que el día había comenzado de manera insufrible gracias a William York y que tampoco había mejorado mucho en el transcurso de este, preferí omitir información— Ahora necesito solo un poquito de diversión.

— ¡Y justo tenemos una fiesta abajo! —exclamó con falsa y exagerada sorpresa por la inexistente coincidencia.

— ¡Soy tan afortunado! —suspiré mirando al cielo por un instante para terminar perdido en su mirada poco después. Mi fortuna tenía que ver más con quien me acompañaba a la fiesta que con la celebración propiamente tal— Pues vamos. No hagamos esperar a la audiencia.

Como la caballerosidad indicaba, le ofrecí mi brazo para que se tomara de él y lo hizo con todo gusto y sin demora, pero yo tuve la idea de además tomar su mano.

Nos presentaríamos ante más de una centena de invitados frente a los cuales no podía actuar como el novio enamorado que era, así que tomar su mano y ponerla entrelazada con la mía junto a mi pecho a la altura de mi corazón, fue el gesto que me permitió, mientras bajábamos el resto de la escalera, mantener esa intimidad que había entre nosotros y que tanto me hacía falta, de manera reservada, como un secreto que solo ella y yo entendíamos.

Al poco andar, los invitados advirtieron nuestra presencia y comenzaron a darnos la bienvenida con aplausos, pero la verdad es que yo estaba tan absorto con la magnífica vista que mi acompañante me brindaba, que ni siquiera les presté atención.

El saludar con la mano en alto y con la sonrisa perfecta, había quedado irremediablemente legado al pasado. Al menos por ese día.

Era la primera vez que Amelia y yo descendíamos juntos por la gran escalinata −aunque no era nuestro primer cuatro de julio− y eso lo hacía especial. Por primera vez nos presentábamos en el "Grand Foyer" como la pareja presidencial y oficialmente, ella sería la anfitriona.

Que hubiese escogido precisamente ese día para lucir exultante, solo venía a ponerle la guinda al pastel.

Estaba seguro de que la mañana siguiente, ella se robaría cada portada de periódico y sería tema obligado en los paneles de los programas de televisión, lo que inexplicablemente me hacía sentir profundamente orgulloso.

"Si, mírenla, porque es mía y ustedes solo pueden mirarla. El único que la toca, soy yo" Pensé con el pecho hinchado casi a plena capacidad.

Me había bastado verla del brazo de Robert para perder todo sentido de la realidad. De pronto me encontré en las puertas del paraíso y me di de frente con un ser celestial de negras alas, pero la ausencia de color no tenía que ver con que me resultara peligroso, atemorizante o malvado, sino que con el hecho de parecer una exquisita obra de arte en la que la dominación de la escala de grises y la perfecta sincronía de luces y sombras, la convertían en un trabajo sutil, elegante y misterioso, en el mejor sentido de cada una de esas palabras.

FIRST LADY - Trilogía Cómplices II [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora