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Lo primero que encontro Chris al entrar a su habitación fue la televisión encendida y a su esposa dormida con sus tres hijos alrededor.
—Buenas noches —murmuró con voz quedita besando la frente de su esposa.
Apagó la tv y se adentró al baño. Minutos después salió recién bañado y con su pijama puesta.
—Hola —el actor miro a su esposa despierta, no dudo en acostarse a lado de ella.
Jalo la cintura de su esposa dejando su pecho en la espalda de ella.
— ¿Algo nuevo hoy? —preguntó acomodando su cabeza en el cuello de la italiana.
—Hoy fue el partido de Valentín y ganaron —explicó—. Metió dos goles.
—Eso es fantástico —sonrío mirando a su hijo mayor.
—Romeo se peleó con un niño —suspiró recordando a su hijo mediano en la oficina del director.
— ¿Por qué? —el actor fruncio el ceño, Romeo era el más tranquilo de los tres.
—El niño estaba molestando a una niña, el como todo un caballero salió a defenderla.
Chris sintió algo en su pecho, sus hijos eran tan perfectos y únicos.
—En dos semanas es el día de llevar a tu papá a la escuela —Chris se tensó, como todos los años, con todo el dolor de su corazón el solía faltar—. Descuida, el ya le informo a su maestra que su papá no podrá.
—Alessandra... —la mujer se volteó para mirarlo—. Ya lo hemos hablado.
—Chris —susurro—. Esto es una estupidez, solo dañas a tus hijos y te dañas a ti.
—Es lo mejor —la tomo de las mejillas—. No quiero que mis hijos crezcan rodeados de cámaras ni gente siguiéndolos.
—Olvídalo, siempre tenemos esta pelea —se dio la vuelta—. Y siempre terminamos igual.