Uno

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El príncipe se ha negado a levantarse de la cama. 

Como cada año el invierno ha terminado por vencerlo, esta vez ha sucedido casi una luna antes que el año anterior. Y siempre que eso pasa su humor se oscurece, se torna más irascible e impaciente. Todos hemos aprendido que cuando el Príncipe se queda en cama es cuestión de tiempo hasta que empiecen los castigos. 

A veces creo que recurre a la ira porque ella le da fuerzas para enderezarse, hablar y maldecir. Cuando no hay ira, el dolor avasallante lo deja inmóvil, un bulto diminuto que se pierde entre las sábanas sucias. Y solo en raras ocasiones la soledad puede con él y llora. 

Al fin he aprendido que cuando eso pasa debo fingir que no lo oigo, el Príncipe encuentra ofensivos mis patéticos ofrecimientos de ayuda. Y tiene razón. No soy médico, no puedo aliviar el mal que lo aqueja. No tengo poder, y no puedo ofrecerle nada que él no posea ya. No soy nada más que el guardia que no puede salvarlo del mal que lo consume. Mi silencio y obediencia son los únicos consuelos que puedo darle, así lo ha dicho él, y así lo haré.

Hanami: El Diario De Un GuardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora