Veintitrés

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El Príncipe está distraído.

Ha vuelto a levantarse de la cama pero su silencio se mantiene aunque no es exactamente igual al de antes. Ahora parece discutir constantemente consigo mismo, sacude la cabeza como si una idea molesta no lo dejara en paz, y da vueltas en su cuarto lleno de una energía impaciente que no tiene fin..., pero sigue sin hablar conmigo.

Tampoco habla con Toka que intenta hacerle preguntas para sacarlo de su ensimismamiento y para desconcierto de todos ha empezado a saltarse las comidas. Come poco, le hace caras al té sin azúcar, y no hace caso cuando le ofrecemos bocadillos. Sigo al pendiente de la comida que le sirven, pero aún así no puedo dejar de notar como lentamente las marcas vuelven a sus ojos o como empieza a cansarse con más facilidad.

No sé si él lo nota, ocupado como está en mirar a la nada.

Al final, cuando me ha sido imposible seguir siendo el testigo mudo de su lenta recaída, le he enviado una carta a mi maestro explicándole el asunto con los muebles rotos, el encierro del Príncipe, y su repentina distracción. Le he pedido que viniera porque tal vez él consiga arrancar al Príncipe de la depresión en la que se encuentra.

Y creo que funcionó porque al menos el Príncipe se ha reído, también lo he visto comer por primera con gran apetito. Pensé que las frecuentes visitas de mi maestro conseguirían que el Príncipe fuera recuperando su aire saludable, pero no fue así.

No mucho después el Príncipe empezó a pasar más tiempo en cama, lo veía cansado y distraído. Su apetito volvió a resentirse e incluso empezó a revolver su plato incluso durante las visitas de Aizawa. ¿Qué está pasando?

Hanami: El Diario De Un GuardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora