Nueve

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El Príncipe está mejorando.

Es cierto que aún toma largas siestas y que su aspecto sigue siendo frágil, pero cada mañana le pide al mayordomo que lo lleve de su cama al diván y de regreso, se sienta a leer y a dormir, y se come toda la comida que recibe pese a que sigue sin ganar peso. No hay duda de su mejoría.

Cada día temo que su salud vuelva a decaer y cada día que eso no sucede la certeza del envenenamiento crece dentro de mi mente ahogando todo lo demás. ¿Cómo he sido tan ciego? ¿Cómo es que he fallado así? Si el Príncipe hubiera seguido ingiriendo su medicina, ¿seguiría confinado a la cama?

¿Cómo es posible? ¿Por qué?

Las preguntas no dejan de atormentarme. Las respuestas me torturan. Lo peor de todo es que el Príncipe no me lo reprocha. Sé que en el pasado lo habría hecho, pero no ahora. Ahora intenta charlar; me cuenta las historias que lee en sus libros o me hace preguntas cuya respuesta son conocidas por cualquier niño.

A veces creo que me pone a prueba, creo que está esperando que me equivoque para señalar mis errores... pero no puedo negar que hasta el momento nada de eso ha pasado y cuando se dirige a mí siempre lo hace con amabilidad, sus preguntas evidencian una curiosidad real, y cuando sonríe...

A veces no puedo evitar mirarlo sin dejar de preguntarme. ¿Quién eres?

Pero la cuestión es absurda. Ese de ahí no puede ser nadie más que el Tercer Príncipe, el tercer hijo del Emperador, aquel que decidió que yo sería Fantasma.

Hanami: El Diario De Un GuardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora