Cinco

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El Príncipe ha sido amable.

Justamente cuando estaba pensando que al día siguiente haría llamar al Médico Imperial, el Príncipe se ha levantado a pedir de comer y lo ha hecho con una cortesía tan inusual que mi primera reacción ha sido llamar a las sirvientas pese a que ellas deben estar durmiendo. 

El Príncipe me ha pedido a mí que le lleve un poco de fruta, pese a que siempre me ha dejado en claro que no quiere que toque sus cosas; y como sé que no le gusta cuando desobedecen sus ordenes, he accedido a llevarle un poco de fruta. No he encontrado los duraznos que me ha pedido, creo que ha olvidado que no se producen aquí, pero tenemos melocotones. ¿Se enfadará si los llevo?

Para mi sorpresa no se enfadó; de hecho pareció satisfecho con ellos pues se los comió lentamente, embarrándose las manos con la pulpa dulce. Y cuando llegó al último me hizo extender la mano para dármelo. 

Y entonces sonrió.

En ese rostro demacrado, enmarcado por un pelo pajizo y quebradizo, los ojos dorados resaltan como gotas de oro brillantes que destellan con la luz del sol. Y su sonrisa es un gesto amable que nunca antes he visto. 

Es la sonrisa de alguien que vale la pena proteger.

Hanami: El Diario De Un GuardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora