Cuarenta y Tres

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Tengo un admirador.

Izuku no deja de repetirlo mientras viajamos, lo dice con una sonrisa aunque yo procuró ignorarlo. Nuestro grupo se compone de los prisioneros atados y algunos "rehenes" que se han apuntado para viajar con nosotros hasta la aldea más cercana. Viajamos a una lentitud espeluznante porque tenemos que supervisar que nuestros prisioneros no intenten escapar, por suerte –cosa que han hecho en varias ocasiones–, por suerte las personas que hemos rescatado se han apuntado para ayudarnos a preparar la comida y hacer turnos de vigilancia durante la noche. Así hemos podido establecer una rutina cómoda que nos permita seguir.

Entre estos rehenes hay un muchacho que no deja de seguirme a donde sea que voy. Se esconde cuando lo miro y nunca me contesta cuando le pregunto si necesita algo, en cambio se pone rojo y finge estar sordo.

Izuku no deja de sonreír.

"Deberías sentarte a hablar con él" me dice y yo finjo ignorarlo.

"Se llama Mashirao" añade Ochako, una de las mujeres que logramos rescatar de manos de la banda.

Ochako Uraraka, una mujer de pelo castaño y con la cara de una manzana, fue ella quien atendió nuestras heridas con una destreza tal que Izuku no pudo evitar interrogarla sobre su preparación academia. Tomó tiempo y mucho esfuerzo de su parte sacarle la verdad –muchas horas de sentarse con ella junto al fuego para hacerla confiar–; aparentemente Ochako y Mashirao son discípulos de Chiyo Shuzenji, famosa médica de la zona este. Una médico de fama tan reconocida que, según Izuku, muchos de los profesores en la Academia sueñan con sentarse a charlar con ella, pero siendo una mujer huraña Chiyo suele esconderse de los extraños.

La revelación ha hecho que Izuku alterne los interrogatorios a los prisioneros con las charlas con Ochako intentando averiguar más sobre su maestra además de aclarar muchas dudas sobre los manuscritos escritos sobre ella. Por lo que nos ha dicho Ochako, ella y Mashirao, fueron capturados mientras viajaban buscando ingredientes para los remedios de su maestra y ahora ardían en deseos de volver a casa.

Y puedo decir con toda honestidad que entiendo el sentimiento, yo también quiero volver a casa. Solo deseo llegar a la villa más cercana, entregar a los criminales a la justicia y continuar con nuestro viaje. Nada va a impedir eso. Ni Izuku y su insistencia por sentarse con Ochako para charlar sobre su maestra ni Mashirao y sus ojos negros.


Hanami: El Diario De Un GuardiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora