CUARENTA Y OCHO

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Cuatro años atras.


Sus lágrimas caían en la madera mojando todo el sitio en el que se encontraba, sus ojos estaban decaídos, rojos e hinchados, su cabello estaba desprolijo pareciendo un nido de ratas mientras oía los reclamos de su madre atrás de esa maldita computadora.

- Lo lamento hijita, tu padre está ocupado. Sabes que él sabe de estos temas, yo... no soy...

- Ay mamá está bien, ya sabré que hacer...- ella apagó la máquina mientras suspiraba y se recostaba en el asiento de su cocina donde se encontraba su computadora.

Estoy perdida.


Pensó pasando su mano por su rostro con frustración, odiaba sentirse impotente. Odiaba ser menos, odiaba sentirse inútil y poco útil.

Y ese maldito lugar se sentía así. Como si fuese un pez fuera del agua, un maldito caparazón sin utilidad.


- Tranquila Bella, eres fuerte solo piensa en positivo.



Miró el sitió y lo odio enseguida, era horrible, asqueroso, olía a todo menos a un lugar con higiene. Odiaba su nuevo departamento y odiaba su nuevo trabajo. asistente de diseñador.


Era una porquería, solo la utilizaban para preparar café y llevar sus malditas carteras.

Chilló y volvió a llorar con dramatismo haciendo que unos golpes se escuche del otro lado de la pared.


- CALLATE YA MALDITA MOCOSA, HAY GENTE QUE QUIERE DORMIR.


La voz de su vecina metiche hizo que ella se ría un poco y se olvide unos momentos de esa pesadilla que estaba viviendo en la ciudad de Nueva York.


- DUERMASE SEÑORA Y NO MOLESTE - Le gritó y solo fue el comienzo de varios insultos que no terminaron en algo bueno.




(*)




- te ves del asco- murmuró el hombre con el cual Bella se estaba comenzando a acostumbrar a su presencia pero aún le fastidiaba que la interrumpa.


- la vecina adora los escándalos públicos.


La respuesta solo hizo que el hombre rubio a su lado se carcajee y siga el camino que ella recorría para llevar ese maldito café con gusto a vómito de caballo hasta la oficina de su jefe, que siempre llegaba demasiado tarde a pesar de ser dueño de todo ese imperio de la moda.

- Eso quiere decir que tuviste sexo con tu vecina- Bella se detuvo en seco y volteó un poco la mirada hacia ese muñeco de torta que apesar de a verle demostrado que era arisca y muy poco comunicativa él aún seguía a su costado.


- Michelle. ¿Verdad?- Él chico asintió y sonrió al verla fruncir el ceño con enojo y fastidio, esa chica le parecía una joya. Una perfecta joya que a cualquier neoyorquino le encantaría tener.- mira se que al ser nueva tengo que tener a un... guía. Pongámoslo así, pero ya pasaron tres meses, mi pasantía fue aprobada y ya no necesito que me sigas. Se el camino de la oficina del jefe perfectamente. Así que... puedes irte


Se dio la vuelta y siguió caminando, al entrar a la oficina de su jefe no hizo falta golpear ya que la pequeña chica pelirroja que estaba ahí le dijo que este no se encontraba allí. Era genial. Ella aún no conocía al increíble y atento jefe que tenía, Matthew Butler.

Se rió, hace meses estaba llevándole café y no sabía que hacía con este por que estaba segura que no lo bebía ya que este estaba asqueroso y no era su culpa, a ella la obligan a preparar café y la castaña había dicho que su talento no era prepararlo.


- nos vemos...- le susurró a la pelirroja y la chica la saludó con una dulce sonrisa.


Estaba caminando otra vez hacia el ascensor pero notó que este tardaba demasiado así que decidió tomar las escaleras, al llegar al octavo piso se detuvo, estaba cansada.


- tengo que hacer ejercicio, maldita sea-- murmuró y salió de ese lugar, estaba harta de bajar escaleras. Se acercó al ascensor y si tenía que esperar una jodida hora lo haría.

Trató Señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora