Capítulo 12.

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Sé que no lo haces, pero si te preguntase ahora si me quieres.

Espero que me mientas, me mientas, me mientas, miénteme... — 5SOS.


—Sabía que ya lo habías olvidado... —dijo el hombre removiéndose en su asiento, de nuevo— ¿Congreso de redacción y gramática del 2018?

Recordaba el estúpido congreso al que Lorenzo me había enviado el año pasado, pero seguía sin recordar a nadie con las características de Ricardo.

—Recuerdas la charla de la importancia de respetar las nuevas reglas impuestas por la RAE...

Recordaba la conferencia que hubo y la ronda de preguntas y respuestas que se hizo al final y...

¡Bingo!

—Ya lo recuerdas...

—Como no recordar al idiota que me hizo quedar en ridículo frente toda la sala solo por ser la nueva editora.

—Sí, lo siento por eso, no era mi intención ser tan severo con mis palabras.

—No te hagas menos, ambos sabemos que tu prioridad era ridiculizarme.

—En eso sí que te equivocas, lo único que yo quería era señalar un punto, admito que fui algo cruel cuando dije que hasta un estúpido podía tardar menos que tú en buscar en google donde iba el acento en solo, pero tú no debiste decir lo que dijiste tampoco.

—Te lo merecías.

—En eso, sí que estoy de acuerdo —dijo el hombre. Después guardó silencio.

—Pues déjame darte otra cosa en la que estar de acuerdo. No creo que nadie, pueda describir lo molesta que estoy justo ahora. —Dije cruzándome de brazos ante la mirada divertida de Ricardo.

—¿Les tomó la orden? —dijo la mesera posicionándose frente a nuestra mesa.

A mi parecer la chica no solo estaba separándonos en la mesa, también estaba evitando que se librara una batalla campal aquí.

—Sí, tomaré la pasta y un corte de carne, el de siempre Cinthia —dije sonriendo a la chica.

—Yo tomaré lo mismo que ella, gracias —dijo pasándole el menú al igual que yo a la mesera.

—¿Y de tomar?

—Té negro.

—Agua, solo agua.

—Gracias Cinthia. —La chica se fue llevándose nuestros menús y nuestros pedidos, no sin antes dedicarnos una gran sonrisa.

Conocía a Cinthia desde siempre, las dos vivíamos en el mismo vecindario, las dos fuimos a las mismas escuelas, que siempre eran las mismas para todos y cada uno de los habitantes de la ciudad.

Así que la familiaridad con la que la trataba, era normal para mí, pero no para el hombre frente a mí, que no me estaba dando una mirada de compresión normal.

Se notaba que no era de por aquí.

Por esa razón y por otras cuatrocientas cuarenta y tantas que ya mismo me iría inventando.

Iba a decirle algo más, pero no tuve tiempo.

Mi silla daba hacia la puerta, por lo que podía ver las personas que entraban y salían del lugar, en todo este tiempo.

Así es como supe, que Kieran acababa de entrar llevando del brazo a esa chica rubia que llevaba antes.

Mi corazón dio un vuelco y me quede sin aire.

Debo admitirlo, me tomó mucho más de lo esperado recomponerme, tanto que, aunque estaba escuchando que Ricardo me llamaba, decidía incluso ignorarle.

En lo único que pude centrar mi atención, desde ese momento fue en Kieran y esa chica.

—Iris, ¿estás bien?

—Sí, solo creí ver a alguien conocido.

—¿A quién? —ahí estaba la pregunta del millón, yo podía decir el típico a nadie o podía decir la verdad.

La verdad es que él tipo no me gustaba lo suficiente como para decirle de Kieran, pero tampoco es como si tuviera mucha opción, sí él hombre se quedaba más tiempo por aquí, se encontraría con la verdad tarde o temprano.

—Mi ex novio —así que me decidí por solo decirlo, solo sacarlo de mi sistema.

—Oh Dios, ahora yo lo siento por preguntar.

—No sé por qué te estás disculpando, no es como si supieras que él justo iba a entrar aquí hoy, en esta precisa hora.

—¿Tú lo sabías? —dice el acomodándose un poco hacia mí, no me toca, no me molesta, solo se acerca un poco para reconfortarme, para hacerme saber que no estoy sola en esto.

Y todo eso, sin decir nada más del tema.

—No, tampoco.

—¿Quieres irte?

—Sé que no debo, debo continuar con mi vida, pero es algo raro verle todavía por la calle, sobre todo ahora que parece que ha logrado continuar con su vida.

El hombre no dijo nada, no tuvo que hacerlo.

Porque justo a nuestro lado, se sentaba la nueva y feliz pareja.

Kieran no dejaba de sonreírle.

Baje la cabeza, me estaba muriendo, todo el mundo en el restaurante lo sabía, todos conocían quienes éramos, todos sabían ahora que ya no estábamos juntos, y todos ahí ahora sabían que él me había ya cambiado por otra.

Otra mujer mucho mejor que yo.

Observé a la chica como pude, de reojo casi todo el tiempo.

Era alta. Rubia. De piernas largas, kilométricas.

Llevaba una vestimenta parecida a la que Kieran miles de veces se había puesto conmigo, su chaqueta de cuero negro, sus pantalones de mezclilla ligeramente rasgados, pero eso no hacía que la chica se viera menos preciosa, aún en esa ropa.

Era policía, ahora lo sabía.

Así debieron de haberse conocido.

Él había encontrado a la mujer perfecta para él.

Y lo peor de todo, es que esa mujer no era yo.

—Podemos irnos si quieres, no tienes que quedarte si te sigue...

—Nos quedamos —no iba permitir que nadie, ni Kieran, ni Ricardo, ni nadie en ese lugar viera lo mal que realmente estaba con esta situación.

No, nadie, nunca jamás me haría sentir débil ni vulnerable.

—Está bien —Cinthia vino a dejar nuestra comida en seguida, me puse a ello sin decir ni una palabra más.

Cuando levanta la vista, Ricardo aún seguía esperando a que yo dijera algo más.

No lo haría, solo seguí comiendo.

La verdad es que no había comido mucho y cada bocado que bajaba por mi garganta me hacía sentir mal.

—Tienes que entender algo de mí, no soy una princesa en peligro, no necesito que me protejan y rescaten.

—Me queda muy claro eso, pero no porque te hayan hecho daño significa que te comportes como un robot sin sentimientos —él hombre hizo una pausa y luego giro un poco su cabeza hacia la mesa de Kieran con esa chica— él ha seguido con su vida, te toca a ti hacer lo mismo.

Cuando me gire esta vez hacía su mesa, Kieran me devolvía la mirada esta vez.

Una canción salía por los altavoces en ese momento, una que me recordaba lo mucho que me molestaba estar aquí, junto a él, sin poder besarlo, sin poder decirle lo mucho que lo extrañaba.

Sé que no lo haces, pero si te preguntase ahora si me quieres.

Espero que me mientas, me mientas, me mientas, miénteme...

No nos quedamos a ver más, tomé mi bolso, dejé unos cuantos billetes en la mesa y Ricardo y yo salimos del restaurante.

De Regreso a Mí. Trilogía: "Viva la Vida".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora