Capítulo 25.

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Sé que el instinto me intentó avisar, que conocerte tal vez no era lo mejor — Aitana ft. Morat.


La mañana siguiente, quiero decir que me sentía mal por haberle hecho esto a Ricardo, pero no.

Lejos de sentirme una zorra culpable.

Me sentía feliz. Plenamente feliz.

Había tomado ya mi decisión. Siempre había sido Kieran, desde que lo vi, desde que lo sentí por primera vez cerca de mí, desde el primer beso, desde la primera confesión.

Nos pertenecíamos el uno al otro.

No había nada más que discutir, ahora tenía que pensar en una manera de enfrentarme a Ricardo con la verdad.

Conociéndolo, sabía que esto no le iba a gustar, quizás me pediría que lo pensara mejor, me pediría otra oportunidad, o quizás como el buen hombre que yo sabía que él era, simplemente se retiraría de la contienda y ya.

Aunque la realidad, es que él nunca había estado en la carrera.

Kieran, siempre había sido el único para mí.

No había, ni nunca habrá nadie más.

Estaba tan absorta en mis pensamientos, cuando un ruido proveniente de la cocina, me hizo distraer.

Era un teléfono celular sonando. Me levanté lo más lento y callada que pude de la cama, para no levantar a Kieran.

Se notaba que tanto él como yo, no habíamos dormido en un tiempo, así que, si él podía dormir un poco más ahora, haría cualquier cosa para que el hombre lo hiciera.

Incluso ir por toda la casa, descalza, para callar al aparato infernal, que tenía por teléfono, y que no dejaba de sonar, a las siete de la mañana de un domingo.

Iba caminando, cuando no me di cuenta y como siempre, mi pie fue hacia la pata de uno de mis sillones.

Me dolió en el alma, pero antes de pensar en si quiera dar un grito, me precipite hasta el teléfono, pero en cuanto lo tomé entre mis manos, dejo de sonar.

Baje el volumen y lo coloque en vibrar, sabía que Kieran después me iba a matar por eso pero era necesario para que el pudiera dormir un poco más.

Además, yo sabía que, si era urgente, ya estarían buscándolo aquí, y hasta ahora no había nadie tocando mi puerta.

Y vaya si ellos sabían que él estaba de guardia afuera de mi casa, digo, su auto estaba afuera, ¿eso que te daba a entender?

No quise hacerlo, juro que nunca he sido una chica celosa, jamás en mi vida le habida revisado el teléfono a ninguna de mis parejas, pero es que, estaba ahí...

Estaba ahí...

A mi alcance...

Desbloqueado por mi huella digital, como siempre.

Kieran y yo nos teníamos una confianza sólida, fuerte, que nadie podría romper, y por eso es que teníamos nuestra huella digital registrada en nuestros teléfonos para poder desbloquear nuestros teléfonos.

Ya sea por trabajo o personal, siempre se ofrecía que el otro estuviera ocupado para contestar, así que lo hacia el que estuviera desocupado de los dos.

Sonreí al darme cuenta que a pesar del tiempo, él aun había conservado eso de mí en el teléfono.

Esperaba encontrar un mensaje de su capitán solicitándolo o de su compañero preguntando algo de un caso, en su lugar encontré mensajes de una mujer.

Mensajes de sexo.

Ella le había estado enviando fotografías, casi desnuda y él...

Él...

<<Sé que el instinto me intentó avisar, que conocerte tal vez no era lo mejor>>, pensé para mí. Luego pensé todo, pensé en el fondo de mi corazón, de mi mente por alguna señal y fue cuando las vi todas, todas las piezas encajaron en su lugar.

Se me rompió el corazón, pero si tenía que hacerlo, si tenía que saberlo ahora, era mejor que lo supiera todo. De una vez.

Fui hacia la bandeja de mensajes, repasé uno a uno los mensajes, vi las fechas, todas eran de después de habernos separados.

En concreto de unas semanas después, casi un mes.

Pero aun así no pude evitar sentirme sucia, sentirme engañada.

Y como por arte de magia, encontré lo que no estaba buscando.

Un mensaje de la mañana anterior.

La chica, su compañera detective, le agradecía por la noche que habían pasado juntos.

Juntos.

En la cama.

No había duda ahora.

Ella lo había puesto explícitamente.

Ellos habían estado juntos, tan solo unas horas atrás, de que nosotros...

¡Dios mío!

¡Qué le he hecho a Ricardo!

Él no lo merecía

¡Soy una zorra!

Me alegraba que el hombre por el que me había decidido minutos atrás fuera todo un perfecto caballero.

Deje caer el teléfono, justo cuando Kieran entraba en la habitación.

—Lárgate de mí vista, y no vuelvas más —le dije antes de írmele a los golpes.

—Iris, ¿qué demonios haces? ¿qué pasa?

—No, no te permito que digas nada, no te permito que digas mi nombre, te odio, eres un cerdo de lo peor.

Tomé su teléfono del suelo, su camiseta y se la arrojé.

—Pero...

—Realmente espero que ella valga la pena, por lo que has perdido ahora.

Entonces lo entendió, su rostro lo reflejo.

—Yo...

—No, nada, lárgate y no vuelvas nunca jamás, ¡no te quiero ver jamás!

No lo pude evitar, no lo vi venir.

Me siento una estúpida integral.

Soy una estúpida integral.

Las lágrimas estaban ganando una vez más.

Kieran tomó sus cosas, de poco a poco del suelo de mi sala y se fue tan rápido como pudo.

Pero eso no era lo peor del día.

Cuando Kieran se estaba yendo, Ricardo iba llegando.

Llevaba una bolsa de comida en la mano, frutas, verduras, papel, y otras cosas más.

Me tiré al suelo completamente destruida, no solo por lo que había pasado en mi casa, en mi cama, sino por lo que esto le hacía a Ricardo.

De Regreso a Mí. Trilogía: &quot;Viva la Vida&quot;.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora