Capítulo 53.

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No dormiré hasta que haya encontrado la respuesta — The Rasmus.


He pasado toda mi vida en las sombras y no es que me agrade, es que no sé cómo salir de ellas.

Eso es todo.

Camino por un largo pasillo, hay neblina por todos lados, parece una película de terror, oscura y lúgubre.

Me da tanto miedo que siento como este sube y baja por mi espina dorsal, haciendo un baile desesperado por la misma.

Recordándome con ello lo humana y frágil que soy, solo para después dejarme con la incertidumbre de porque es que esto me está pasando a mí.

Imágenes se reproducen en mi mente, tan rápido que apenas puedo saber lo que está pasando en ellas. Pero cuando las consigo atrapar, estás me dan momentos que estoy segura aún no han ocurrido.

Cosas, imágenes, personas se han ido, lágrimas caen en los rostros de toda la gente que conozco.

Eso me hace llorar y ni siquiera sé por qué.

Me llevó las manos a mi vientre pensando que encontraré lo que quiero, pero no está ahí, mi bebé no está, se ha ido, lo sé, siento que me muero al ver eso.

No puedo respirar.

Y ahí es cuando regreso a la realidad.

Despierto de pronto, llena de sudor por todas partes, la cama esta mojada por ello y yo estoy temblando, asustada por todo lo que vi dentro de mis sueños.

No me vuelvo a dormir en toda la noche debido a esas imágenes.

Necesito respuestas, no pararé, no dormiré hasta que haya encontrado la respuesta.


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Me voy a trabajar como un día normal, como un día cualquiera, pero no me siento como una persona cualquiera.

Pese a que todo se ha calmado en mi vida, me siento ansiosa y con miedo, como sí mis sueños estuvieran avisándome de que algo ocurriría.

Todo el día estoy jugando con cosas, con lapiceros, ligas, cuadernos todo lo que llega a mis manos es una fuente para desahogar mis nervios.

Y aunque ayuda por unos cuantos segundos o minutos nada es definitivo, al cabo de unos cuantos minutos más vuelvo a sentirme igual o peor.

Así que decido que lo mejor será retirarme antes a casa, después de todo nada bueno le ha de hacer al bebé estar envuelto en esta constante espiral de nervios que es su madre ahora.

Tomó mis cosas y le aviso a Aby que me he de retirar antes, ella lo entiende y cancela todo lo que tenía para esta tarde, salgo por la puerta principal respirando lento para tratar de tranquilizarme. La calle de todos los días me recibe y encamina hacia mi casa.

Esta vez no he traído mi auto al trabajo, por lo que camino.

Tengo que admitir que se siente bien el poder salir a la calle siendo un poco más libre de lo normal, aunque esto no sea cierto, a veces se me olvida mi propia situación y casi creo que lo soy, y tengo que recalcar que se siente increíble.

Quisiera ir por la vida teniendo la seguridad de que nadie más querrá matarme, de que puedo tomar mis decisiones sin fallarle a nadie o a mí misma, quisiera no tener tanto miedo como ahora o esta ansiedad que desde anoche no se separa de mí para nada.

Me mantiene alerta claro, pero no me deja concentrarme en mi vida, que no es mala, no es buena, pero estoy trabajando en ella, y por lo menos es mía por ahora.

Estoy caminando por la plaza principal de la ciudad cuando un escaparate llama mi atención, está repleto de ropa de bebé.


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Creo que sería bueno ir comprando ropa desde ahora, ¿no crees?

No, sería un desperdicio de dinero porque aún ni siquiera sabemos que va a ser.

Pero sí que podemos ir viendo ropa de colores neutrales, ¿no es eso lo que siempre se hace cuando no se conoce el sexo del bebé?

No lo sé, este es mi primer bebé cariño.

Raúl se encontraba de lo más feliz con la noticia de que íbamos a ser padres. Estaba que irradia felicidad y luz cada que habla de ello, iba a las citas conmigo, vigilaba que comiera bien, que me tomara mis vitaminas, que durmiera ocho horas como mínimo y estaba pendiente y dispuesto de todos y cada uno de mis antojos, que eran muchos, pero él feliz los cumplía cada que estos aparecían.

En cambio, yo no paraba de sentir miedo, ansiedad e incertidumbre por todo.

Los cambios de humor, los cambios hormonales, mi peso, mi altura, el parto, las restricciones de comida, el sueño, el parto, todo me preocupaba, pero Raúl, él saltaba en un estúpido prado lleno de girasoles en un bonito día de primavera.

Mientras yo no dejaba de hacer cuentas, porque el tener un hijo en esta época es costoso, imagínate solo lo que gastas en pañales, médicos, medicinas, comida, educación, niñeras, yo no quería abandonar toda mi vida y mis planes a futuro por un bodoque.

Pasábamos por una tienda de bebés a la que por supuesto Raúl me obligo a entrar para comprar miles de cosas que no estaba segura de como pagaría cuando los nervios me ganaron por fin.

No sé para qué demonios quiere un bebé tantas cosas que solo va a usar unas cuantas veces en su vida.

Cariño, ¿estás bien?

No, no lo estoy —dije al borde de las lágrimas. Miré a mi alrededor la dependienta iba hacia mí con una gran caja de pañuelos, eso fue la gota que rebaso al vaso.

Ya no puedo más. —Dije antes de salir corriendo del lugar.

Sabía que me veía como una loca embarazada, llena de hormonas nada más, pero era mucho más, mucho más lo que me esperaba en la vida.

Mucho más que solo esto.

De eso yo estaba muy segura.


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Seguía parada frente el escaparate, solo viendo como la dependienta ponía pequeña, diminuta ropa en anaqueles y maniquíes muy pequeños.

Quise entrar, esta vez si quería saberlo todo, quería comprar toneladas de libros, ropa de todos los colores y medidas para mi bebé, biberones, sillas, pañales, crema y todas esas cosas que antes no quise comprar.

Pero no podía, porque sí alguien me veía hacerlo, sé que irían directamente con Kieran, le preguntaría, lo interrogarían sobre el bebé y terminaría aquí, conmigo, haciendo miles de preguntas.

Y eso es lo que menos quería ahora, es lo que menos necesitaba.

Así que solo caminé más y más lejos del lugar, pensando que, si lo hacía, que con cada paso que daba me sentiría mejor, pero no era así.

Me estaba privando de hacer muchas cosas, solo para que él no supiera del bebé.

Me iba con ese pensamiento a casa, cuando la vida me hizo pagar todas las que le debía.

Y justo cuando crees que la vida no se puede poner peor, veo a cuatro coches patrullas salir disparadas de un lado al otro de la ciudad.

Una de ellas es el coche de Kieran.

De Regreso a Mí. Trilogía: &quot;Viva la Vida&quot;.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora