Capítulo 20.

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Eres mi escondite, eres mi única salida, 

Por favor rompe estas cadenas en el infierno en que me puedo esconder, 

Eres mi única salida y sé que debo tomarla — Dan Owen.


Siento frío, no sé dónde estoy. Está oscuro, alguien me persigue.

Pero esta vez, no estoy corriendo, o si es así, no lo sé. Quizás corro, quizás solo floto.

Alguien me repite algo, me cubro las orejas para no escucharlo.

Entonces siento un golpe en la espalda, caigo de rodillas y luego hacía a un lado.

Me hago un ovillo, con mis manos protejo mis piernas.

Pero no lo logró, no me protejo, aun me persigue, aun no me deja irme sin él.

Me cubro como pueda, pero la sensación de no poder respirar regresa y no me deja.

Siento como quema por mi cuerpo.

Siento el veneno bajar mi garganta.

Está pasando de nuevo.

Esta frío.

Todo a mi alrededor da vueltas, estoy yéndome, siento mi alma abandonar mi cuerpo.

Siento que todo se me va.

Unas palabras, resuenan en mi mente, de alguien conocido...

Eres mi única salida y sé que debo tomarla.

Despierto.

Él no me dejará irme, lo sé ahora.

Eres mi escondite, eres mi única salida, Por favor rompe estas cadenas en el infierno en que me puedo esconder, eres mi única salida y sé que debo tomarla...


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Han pasado un par de días más, no hay mucho que contar, solo que el médico aún no me deja regresar a trabajar, no puedo evitar ponerme más paranoica con cada día que pasó encerrada en casa sin hacer nada.

No puedo salir a ninguna parte sola, ahora, por órdenes del nuevo comandante de policía.

Esto, debido a que un paquete ha llegado a mi casa.

Pensé que sería un regalo, o algún paquete de Aby de la oficina, con libros dentro de nuevos autores para ponerme al corriente con las lecturas de los mismos. Había acordado con ella que todo lo que pudiera tratarse por teléfono y por mensajería se haría, sino tendría que esperar por mi regreso.

Pensé erróneamente sin embargo, lleve el paquete dentro para abrirlo.

Tenía mi dirección pegada como tantos otros. Por eso no pensé que pudiera ser algo malo.

Entonces lo abrí, dentro un gato negro muerto, con una nota...

<<No puedes evitarlo, eres mi única salida del infierno y sabes que debo tomarla. No tengo otra opción, eres mi única salida>>

Después de esto, Ricardo no me deja sola ni un minuto, a menos que haya un oficial de policía afuera.

Tengo que ser sincera, me muero de miedo, justo ahora.

Sobre todo, porque aún no sé si el paquete era de Nicholas o de la persona que me ha intentado matar antes.

Algo se enciende en mi cabeza...

Y sí...

Fueran la misma persona.

Cuando me doy cuenta, ya tengo el teléfono en la mano y estoy marcando el número de Kieran.

—Oficial Macht... —Le digo a la oficial que me contesta del otro lado del teléfono. Ella lo duda, pero me comunica sin hacer más preguntas. Cuando el teléfono es descolgado por fin, casi no me salen las palabras.

—Sé que no quieres hablar conmigo, que me odias y todo eso, pero en verdad necesito tu ayuda ahora.

—¿Iris? —Dice él sin poder creerlo.

—Ahora.

—Llegó en diez minutos.


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—Cómo no se nos ha ocurrido esa idea antes. —Dice Kieran agarrándose el cabello ligeramente. Nunca me ha gustado que haga eso, iba a ir hacía él, para impedir que lo haga una vez más, pero me detuve a mitad del camino, cuando recordé que ya no podía decirle nada más.

Porque ya no estábamos juntos.

Nunca más.

—Mira no es momento de pensar en eso, solo necesito que me creas y me ayudes.

—Te creo.

—¿Lo haces?

—Sí, he aprendido la lección, lo juro —realmente lo dudo, pero intentaré hacer como que le creo. Por el bien de esta investigación, solamente— ya he aprendido que no debo dudar de ti o subestimarte —dice tocándose el lugar donde lo golpee la última vez que estuvo aquí.

—Está bien, haré como que te creo.

—Créeme, por favor, no miento —él hombre se acercó a mí un poco, yo di un paso atrás, dándole el respeto que se merecía. Para él y para Ricardo.

—Lo siento. —Dije de manera instintiva.

—No, está bien, es normal, ya no confías en mí, después de todo lo que te dije e hice.

—No es por eso, es porque ya no puedo.

—¿Cómo que no puedes?

Me llevé las manos a la boca, tratando de no decirlo, no quería decirlo, por mucho que tuviera.

Pero alguien de los dos tenía que hacerlo.

Por el bien de los dos.

—Estás con él, ¿verdad? —No dije nada, solo me quedé ahí, parada, inmóvil, reteniendo la respiración, esperando, desenando no tener que pasar por lo mismo de la otra vez.

Eso me había destruido.

Y también me había construido nuevamente.

Como una mujer que jamás volverían a lastimar, al menos no él.

—Bien, si he perdido en esto, al menos espero ganar en atrapar al idiota que se ha atrevido a lastimarte.

—¿Entonces me ayudarás?

—Con una condición.

—¿Cuál?

—No lo traigas a él, no lo quiero cerca de mí o no respondo de lo que podría pasar.

—¿Estás tan seguro de poder acabarlo?

—No, es eso, sí él es tu felicidad, no quiero hacerle daño porque eso significa hacerte daño a ti —él hombre dio un paso hacia mí, luego se lo pensó mejor y retrocedió— no importa cuánto quiera en realidad hacerlo. Solo quiero que seas feliz. Con él o conmigo.

Kieran se fue ese día dejándome con aún más confusión dentro de mí.

Porque querría...

Ni siquiera se formular la pregunta para mí misma.

De Regreso a Mí. Trilogía: &quot;Viva la Vida&quot;.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora