Capítulo 40.

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Tú eres la única excepción — Paramore.


En menos de cinco minutos, mi puerta ya estaba siendo tocada por Emma, de manera histérica y descontrolada.

En cuanto la llame, me di cuenta de que estaba hecha un asco.

Así que me di una ducha de lo más rápido, la prueba yacía en el piso donde yo no la veía si no me acercaba lo suficiente a ella.

Porque yo no veo bien de lejos, soy miope, la única en mi familia.

No demasiado, pero no veo muy bien de lejos, y aunque uso lentes de contacto siempre, ahora mismo no los llevo para no saber.

No quiero saber, no tengo el valor.

Para ver.

En cuanto llega, me toma en un abrazo que le agradezco, lo necesitaba.

Lloro, un poco, solo un poco.

¿Por qué?

No sé.

Pero no puedo evitarlo.

No lo puedo frenar.

Las lágrimas solo se resbalan de mis ojos, directamente hacia mis mejillas.

E inundan mi corazón, mojan mi ropa y se llevan con ellas todo.

Los recuerdos, dudas, todo.

Y aunque esté o no este embarazada, sé que no estoy sola, gracias a Celine, sea de quien sea él bebé, quiera o no tenerlo, haga lo que haga.

—¿Dónde está? —pregunta ella sin separarse de mí.

—En el baño, tirada en el piso.

—Bien, siéntate en el sillón, iré por ella, veré el resultado y te diré, ¿sí?

Asiento, no tengo palabras.

Simplemente no me salen en este momento.

Emma me da una de sus mejores sonrisas y luego desaparece en el pasillo que da a mi cuarto y luego hacia el baño.

Lo sé, porque puedo escuchar sus pasos, ir hacia allá.

Quisiera sentir alivio cuando la veo ir hacia haya y regresar en menos de un minuto, pero la verdad estoy al borde de un ataque de pánico.

No he tenido uno en años, pero aun así sé cómo son, los recuerdo todos y cada uno de ellos.

Estoy pensando todavía en ello, cuando Emma viene hacia mí con las manos vacías. Se acerca lentamente y se arrodilla frente a mí, en el sillón.

—¿Lista? —Sigue sonriéndome— solo respira, solo respira... Cierro los ojos, respiro lentamente una y otra vez.

—Dilo.

—Es positivo. Estás embarazada.

—¿Qué?

¡Dios!

—Tranquila, por favor, le hará mal al bebé.

—No lo entiendes, ¿cierto?

—No, no lo hago, pero me dirás que pasa en esa cabecita tuya loca para poder hacerlo.

—Anoche descubrí que la única vez que no use protección ni tomé la pastilla fue hace un mes.

—Aja, te sigo.

—Esa noche, yo...

—Sí...

—Ya estaba con Ricardo, no éramos una pareja, pero se podría decir que ya estábamos juntos, yo... Kieran vino, y yo no pude frenarlo, tenía que pasar, pero no debía, porque él estaba la noche anterior con esa otra detective, venía de con ella, ¿sabes?

—Él es el padre.

—Kieran es el padre.


<<>>


No tengo idea de que hacer, pero antes de que paso cualquier cosa me encuentro levantando el teléfono y llamando a mi ginecólogo.

Me dice lo que tanto temía escuchar.

Que tengo que ir a hacerme unos análisis de sangre, para estar segura, pero que aun así esas pruebas son un 99% seguras y que no tienen mucho margen de error.

Así que lo más probable es que el resultado de la prueba de sangre, sea la misma.

Aun con miedo, aun con la esperanza, hago una cita en su laboratorio, todo para que tres horas después y por medio de un ultrasonido, al que Celine me hizo el favor de acompañarme me confirmo lo inevitable.

Que estaba embarazada de aproximadamente cuatro a cinco semanas.

Un mes.

Hacia un mes, que todo estaba bien, hacia un mes que Kieran y yo no cruzábamos palabra.

Hacia un mes que había tomado la decisión de estar con Ricardo plenamente.

¿Por qué, Dios por qué?

Pensé, mientras el hombre que había conocido de toda una vida, me colocaba suavemente el gel azulado en el vientre.

Estaba tendida en una fría cama de hospital, medio llorando, medio sollozando.

Aquel hombre sabía la situación, no tenía por qué esconderla.

Me conocía bien.

Así que sabía lo que yo estaba sintiendo justo ahora.

Emma me tomaba de la mano, mientras el hombre movía la pantalla, ajustaba algunas cosas y comenzaba con el ultrasonido.

Y entonces lo vimos.

Lo vi.

Bip.

Bip.

Bip.

Se escuchaba una y otra vez.

En el monitor, una pequeña persona se movía dentro de mí.

Y se movía mucho.

Bip

Bip

Comencé a reírme en cuanto lo vi.

Dicen que comienzas a amarlos en cuanto los ves en esta pantalla.

Ni siquiera le encuentro forma, a esta altura.

Pero escucho lo que sé que es su corazón.

Bip.

Bip.

Late con fuerza.

Es pequeño y aun así la late tan fuerte.

—¿Lo puedes ver? —me dice el médico.

—No, pero eso no lo hace menos real.

—Todo parece ir bien, está dentro de la bolsa, tiene buen tamaño para este momento de la gestación, mide lo correcto y lo más importante su corazón es fuerte, como el tuyo.

Cuando dijo esto último, el hombre me miró y me sonrió.

Yo ya no estaba llorando nunca más.

Nunca más volvería a llorar, al menos no por mi bebé, porque sería la única excepción.

Porque supe, que nunca más, estaría sola.

Jamás.

De Regreso a Mí. Trilogía: &quot;Viva la Vida&quot;.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora