Capítulo 24.

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Oh, ¿no puedes ver?

Tú me perteneces — Sting Ft. The Police.


Estaba haciendo la cena, cuando pensé que en que Kieran quizás no habría comido nada, como siempre.

Siempre le hacia la cena por esa razón, para que él comiera algo. Porque siempre lo olvidaba por trabajar tanto, a menudo lo hacía hasta tarde, era terco y eso lo hacía un policía justo y perfecto.

Pero a menudo eso hacía que omitiera cosas, cómo comer y dormir bien, entre otras cosas.

Por eso, desde que estábamos juntos, yo me había determinado a obligarlo a cuidarse, o por lo menos a tomar alimentos tres veces al día.

Había días en los que tenía que llevarle la cena o la comida hasta la estación, sobre todo cuando trabajaban en un caso importante él y su compañero. Porque él de ninguna manera se iría a dormir hasta que no hubiera resuelto el caso.

Lo vi por la ventana.

Había estado viéndolo por algunas horas ya desde que llegué a casa.

Iba por su cuarta taza de café desde que había llegado para cuidarme.

Me reí ante eso.

Recordé cuando lo conocí, lo mucho que detestaba las calorías y el café y ahora lo veía siempre que él podía comer donas y café, no importa qué hora fuera en el día, si él quería iba a por ellas.

Aunque claro nunca dejaba de hacer ejercicio para deshacerse de todas esas calorías, así que nunca había dejado su buen cuerpo, por nada en el mundo.

Salí de la casa, sabiendo que tenía que hacerlo, tenía que decirle que no podía vivir de esa manera.

Me detuve en el camino, cuando me di cuenta de que ya no era su novia, ya no era su prometida y que no debía de estar haciendo o pensando si quiera en decirle esas cosas, cuando solo hacían más que confundirnos a los dos.

No quería darle alas, ni esperanzas a ninguno de los dos, cuando ni yo estaba segura de por quién me decidiría al final.

Di la media vuelta, pero cuando estaba por regresar dentro de la casa, Kieran me interceptó en el camino.

—¿Necesitabas algo? —Preguntó rápidamente.

—No te preocupes, no era nada.

—Dímelo, lo que sea, te ayudo con gusto —su mirada llena de esperanza, me hizo querer llorar solo por lo que había pensado en hacer antes.

—No, en serio, estoy bien, regresa a vigilar.

—No, en serio, dímelo...

Tomé aire y lo dije...

—No quiero estar sola, tengo comida en casa y un sillón para ti, si... —No quería parecer débil, no quería parecer frágil, pero aún con toda la fuerza del mundo, sentía que no había poder humano en el mundo que hiciera que no me echará a llorar en mitad de la noche, en pijama y en plena calle.

—Vamos a cenar —solo dijo él.

Al entrar en casa, una canción vieja y tan conocida para los dos nos tomó por sorpresa.

Amor, baja tus ojos... Déjame una señal... Sigo las señales correctamente de nuevo a ti, devuelta a ti, devuelta a ti...

Sé que el viento correctamente vuelve a ti, devuelta a ti...

Confío en las señales para que pueda encontrar mi camino hacia ti, devuelta a ti, devuelta a ti...

Sigo las señales correctamente de nuevo a ti, devuelta a ti, devuelta a ti...

Me giré hacia él, estaba dándome la misma mirada que me dio el día que supe que lo amaba.

Llena de amor y esperanza, una que hacía que el mundo entero se llenara de luz.

Yo... Lo besé. No lo pensé.

Cómo puedo dudar algo de lo que toda mi vida he estado segura.

—Eres tú, siempre has sido tú...

—Iris...

—Cállate, solo bésame, no pienses y deja que pasé como tiene que pasar...

Solo debíamos seguir las señales, seguir las señales de regreso a nosotros.


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Debo decir que hay una gran diferencia entre tener sexo y hacer el amor. Hacer el amor, es entregarte por completo a la otra persona, es darle tu alma y tu ser a la persona que amas, sin importarte nada.

No dudas.

No mientes.

Solo sientes.

Todo.

Y ahora eso quería sentir, tocar todo.

Cada rincón de su cuerpo, aunque ya lo hubiera tocado todo. Quería que él supiera que no importaba lo que estuviera pasando justo ahora, siempre lo querría de vuelta.

No importa a dónde fuera o con quién estuviera, siempre lo iba a querer de vuelta en mi vida.

No importa con quién estuviera él.

O yo.

Pasé mis manos por su espalda, lentamente, quería grabarme cada línea, cada espacio, cada lunar, cada cicatriz de pelea, cada gesto de su cuerpo, entre besos y caricias, quería tenerlo una vez y por completo para mí.

Solo para mí.

No solo dentro mío, quería que fuéramos una sola alma, como la primera vez, aunque no fuera la última, aunque al final ninguno de los dos termináramos juntos.

Quería al menos, ser merecedora de eso. De él.

—Iris...

—Kieran...

—Mi iris...

—Mi Kieran...

—Te amo, con cada respiración que doy todos los días, cada recuerdo, cada pensamiento del día, te amo al irme a dormir, te amor al despertarme, te amo por siempre y para siempre.

—Te amo. —Dije.

Porque a veces las palabras, no son suficientes para describir lo que sientes cuando amas plenamente a alguien.

Y como cada momento en nuestra vida juntos, o separados, una canción se escuchó al final del clímax para los dos.

Oh, ¿no puedes ver?

Tú me perteneces

Cómo duele mi pobre corazón

Con cada paso que das

Cada movimiento que haces

Cada voto que rompes

Cada sonrisa que finges

Cada reclamó que hagas

Te estaré observando

Desde que te has ido, me he perdido sin dejar rastro

Sueño a la noche y sólo puedo ver tu rostro

Miro alrededor, pero estás tú, no te puedo reemplazar

Me siento tan frío y espero por tu abrazo

Sigo llorando nena, nena, por favor

Oh, ¿no puedes ver?

Tú me perteneces.

De Regreso a Mí. Trilogía: &quot;Viva la Vida&quot;.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora