【 capítulo 38 】

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— ¡Minho, deja de gruñir! — regañó Shuhua de mala gana mientras curaba sus heridas.

— ¡También tú, Im Jaebum! — regañó Yoona a su hijo, el cual gruñía en dirección al alfa castaño; también bajo la mirada divertida de la pelinaranja y la preocupada de Jisung.

Había sido casi imposible separar a los lobos, puesto que Minho seguía sintiéndose molesto por el reto que el peligris le había hecho esa mañana cuando intentó llevarse a su omega.

Pero la misma pelea terminó en el instante en que el padre de JB salió con una cubeta y se la vació a ambos lobos, para después empezar a gritarles.

Ambos jóvenes se sintieron intimidados por el regaño del alfa, así que, para no empeorar las cosas, volvieron a su forma humana y se adentraron de nuevo a la cabaña.

Aquello había sido bastante vergonzoso, pues, no sólo Jisung y sus padres los habían visto desnudos, sino que habían causado un escándalo tan fuerte que despertó a los demás chicos.

Ninguno olvidaría jamás el grito que pegó Chan; ni mucho menos las carcajadas del australiano menor y su pareja, los cuales no hacían más que burlarse de ellos a una distancia prudente.

— Regañé a tu madre por asustar a tu pareja, ¡Y quien lo asustó fuiste tú! — la voz del padre del peligris sonaba firme. — ¡Eres un verdadero desastre, Im Jaebum! — tomó asiento, aún con su semblante serio.

— Además debe pagar mi maceta. — agregó Irene, intentando no soltar una carcajada.

— Sí, debes pagar la- ¿Qué? 

Dirigió su mirada hacia la omega pelinaranja, la cual ahora abrazaba al peliazul, miraba mal al castaño y se burlaba de la expresión en el rostro de Jae.

— ¡Tú no tienes vergüenza, Minho! — comentó la pelinegra una vez que terminó de curarlo, para después darle un golpe en la cabeza, a lo que el alfa se quejó en voz baja.

— Bien, vamos a comer algo; tenemos que volver a casa hoy, mañana todos tienen clases. — comentó el señor Han y todos obedecieron.

El desayuno transcurrió de manera tranquila y el efecto del celo del alfa Lee había desaparecido casi por completo, ya que según su madre omega, su celo no tenía una duración definida; podía acabar en unas horas o tardar hasta dos días.

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Eran las cinco de la tarde, finalmente habían llegado al hogar de los Han.

Minho y el peliazul se dejaron caer sobre el sofá, mientras que sus padres charlaban con tranquilidad.

— ¡No, espera! ¡No te atrevas a besarlo!— exclamó el menor hacia la televisión, siendo observado por su acompañante.

— No le grites a la televisión; es una novela, no pueden escucharte. — le dijo, recargando su cabeza en el hombro contrario; Jisung soltó un chillido.

— ¡¿Tú que sabes?! — se levantó de su lugar. — Llevo más de un mes esperando que acepte sus sentimientos, ¿y qué obtengo a cambio? ¡está besando al equivocado! — exclamó, mirando nuevamente a la pantalla. — ¡Bien, me rindo! — tomó el control y lo apagó.

Volvió a tirarse al sofá, recostando su cabeza en las piernas de su pareja; mientras que el castaño empezaba a darle suaves caricias en el cabello, provocando que el lobo del peliazul dejara escapar ronroneos.

— Jisung, quiero pedirte algo. — habló en un susurro.

— Te escucho. — respondió de igual forma y la sonrisa del mencionado se agrandó.

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