Seis días después...
Al ser este el último día de su luna de miel, decidieron que levantarse temprano para aprovecharlo al máximo sería lo mejor. Después de haber tenido sexo en la cocina, y tomar una ducha, salieron a caminar.
Ya habían tenido relaciones en todos los lugares esperados: la habitación, el baño, la cocina, la sala, el lanai y los bosques húmedos, tan solo les faltaba el mar, pero eso lo harían esta misma noche después del Luau.Liam no podía estar más emocionado e impaciente porque el brillante sol cayera por fin, por supuesto no quería que esa semana exclusiva en pareja acabara, pero le hacía muchísima ilusión el Luau. Había leído, oído y visto demasiado sobre lo maravillosos que eran, de hecho, esto era la más poderosa razón por la cual había deseado desde hace años venir a Hawaii. Zayn sugirió ir a uno el día siguiente de su llegada, pero Liam quería reservar la experiencia para el último día e irse con la mejor de las sensaciones.
Después de todo había muchas más cosas por hacer en Hawaii y ya las había disfrutado todas en esos últimos días: nadar con tortugas, cabalgar por la arena, aprender a surfear, avistamiento de delfines y un divertido recorrido por la autopista de Hāna que dio lugar a una de las mejores sesiones de sexo de la semana (tener relaciones en la furgoneta y los bosques fue mejor de lo que pudieron imaginarse).
8:30 p.m.
En la enorme habitación de la suite, moviendo su pie con insistencia y haciendo fugaces pucheros, Liam esperaba impaciente a que su esposo terminará de arreglarse para poder ir a la tan esperada celebración tradicional.
—Vamos, Zee, estoy seguro de que ya todos estarán comiendo —dijo sacando a relucir su grueso labio inferior, luciendo como un gran bebé frustrado—. ¿Qué tal si ya no hay mesas desocupadas?
Malik rió desde su lugar frente al espejo de cuerpo completo.
—Tonterías, amor —dijo sin detener el abotonado de su camisa floreada—, no es la primera vez que hacen un Luau aquí, saben manejar esos asuntos, deja de preocuparte.—Pero es que ya quiero ir, apresurate —quejó, sacudiendose como lombriz.
—Si alguien no se hubiera puesto cachondo cuando salí de ducharme ya estaríamos allá.
—No puedes culparme por querer sexo, es nuestra luna de miel.
—Solo te quiero recordar que este retraso no es todo culpa mía.
—Ugh, como sea.
El azabache terminó de arreglarse con toda la calma y después salieron tomados de las manos de su suite. El Luau no se llevaría a cabo muy lejos de su lugar de hospedaje, pero aún así, Liam iba prácticamente corriendo y llevando a su esposo a rastras detrás suyo.
Apenas llegaron, una chica con su típico vestuario hawaiano los recibió con una enorme sonrisa y un collar de flores para cada uno.
—Es tan hermoso como en las imágenes —dijo Liam, más para sí mismo que para su esposo.
El sonido del mar era cubierto por la tropical melodía con que las chicas sobre el pequeño escenario mecían las caderas y brazos bailando hula, la iluminación constaba de antorchas en grupos de tres colocadas alrededor cada tres metros, algunas entre las mesas y algunas luces japonesas blancas.
Había cientos de mesas circulares con seis sillas rodeandolas esparcidas estratégicamente vestidas con un mantel blanco con estampados de hojas de palma; en el centro sobre un –también circular– trozo de madera barnizada se encontraban acomodados varios recipientes en porcelana blanca con aderezos, salsas y trozos de fruta, frente a cada asiento un plato del mismo material con una servilleta sobre este y los cubiertos y una copa de vidrio al lado de este mismo. A un costado se encontraba una mesa realmente larga en donde el amplio y tradicional bufete se encontraba con el chef listo para atenderte; todo lucía exquisito, desde las brochetas de fruta, hasta el salmón lomi lomi. De beber había cerveza, piña colada y agua de coco (tomada directamente de este). De no ser por el pobre cerdo tendido y adornado con fruta y hojas, Liam podría decir que todo en el bufete se le antojaba.