22

3.1K 323 218
                                        

Zayn negó aturdido.
—No es cierto —dijo, más para sí mismo que para su progenitora.

—Sí. Tu padre me golpeaba.

—No, eso... Tú... Él no...

—Me golpeaba, me prohibía salir de casa sin él, no me permitía tener amigos, no me dejaba utilizar la ropa que yo quería y —aclaró su garganta—... Y me fue infiel.

—¡Deja de mentir! —gritó furioso, aunque no sabía con quién exactamente.

—¿Recuerdas a su secretaria e "íntima amiga" Miranda? —cuestionó llenándose de tristeza, dolor, y de lágrimas en los ojos.

—No te atrevas —gruñó. No quería oír más. El hombre del que hablaba no era su padre. Él había sido un hombre honorable.

—Apenas terminó tu etapa de "bebé", y se aburrió de nosotros. No lo estoy inventando, él mismo me lo dijo. Recuerdo que exactamente en tu cumpleaños número cinco el llegó con dos regalos, ¿recuerdas? —sorbió su nariz.

—Vagamente, pero sí. Y recuerdo que uno era para ti.

Trisha asintió.
—Era... Era un ultrasonido. Mostraba el bebé que su amante, Miranda, estaba e-esperando —su voz se quebró al final.

Sus ojos se abrieron en asombro. Nadie podía ser tan cínico, y menos alguien tan bueno como su padre... ¿O sí?
Negó.
—Ya basta. No quiero seguir escuchándote.

—Así que sí —continuó, ignorando a su hijo. Tenía que contarle todo. Era ahora o nunca—; la pequeña niña que no paraba de hablar era tu hermanastra. Tu padre tuvo el descaro de presentarnos apenas su hija cumplió tres años —rió sin gracia—, y de hacerme atenderlas cada vez que las llevaba a casa.

Quería irse, dejar de oírla como decía, pero no podía. Nada de lo que le contaba le sonaba imposible, sí increíble por la imagen que él tenía de su papá, pero de ahí en más, todo encajaba.
—Y si todo lo que dices fuera cierto, ¡¿qué mierda tengo que ver yo con eso?! —alzó su voz nuevamente—. ¡¿Por qué demonios me odiabas a mí por las estupideces de él?!

—Yo —sorbió su nariz y limpió sus lágrimas con la manga de su saco—... Yo comencé a desarrollar un enorme odio hacia él, y —sollozó—... Desde los seis años, comenzaste a parecerte enormemente a tu papá. Y yo... No lo sé. Cada vez que te veía solo podía verlo a él. Yo sabía lo que me pasaba, y no quería dañarte, así que por eso era tan distante, indiferente y fría contigo. Y sé...

—¡Cállate! —gritó furioso—. ¡Que maldita estupidez! ¡Yo no me merecía eso!

—Y-yo lo sé, hijo...

—¡No me digas así! —volvió a interrumpirla—. ¡Si sabías que estabas mal pudiste buscar ayuda!

—¡No, no podía! —gritó—. Tu papá me prohibía todo. No tuve amigos ni contacto con mi familia desde que me casé con él. ¿Por qué crees que nunca conociste a mis papás?

Negó.
—Me da igual. Fuiste tan mala conmigo sin merecermelo: Me rechazaste; Me trataste como a un adulto cuando solo era un niño; Me dejaste de hablar solo porque te conté que un niño me gustaba...

—Es que a mí me educaron muy a la antigua —interrumpió—. Yo solo sabía que un hombre podía amar a una mujer, no a otro hombre. No sabía eso. No hasta que tú me lo contaste... No hasta que te taché de raro y después me di cuenta de que no lo hacías para llamar nuestra atención, sino porque en serio lo sentías. Ahora sé que el amor es distinto, pero igual a la vez. Te juro que lo entiendo ahora.

—Como sea —bufó adolorido—. Además, me abandonaste cuando más te necesitaba. ¡Sabías que yo amaba a mi papá y que me dolió como el infierno su muerte. Y aún así me dejaste sin aviso con gente que ni siquiera me quería!

Mi salvación || ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora