Capítulo 2

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El minúsculo roce que había tenido con ese señor no le dio más vueltas a lo largo del día. No había sido más que eso un percance, del cual le había demostrado una vez más que no todos eran unos gentiles caballeros que se escalabrarían el cuello por recoger un sombrero de una dama.

Vaya calamidad.

Regresó a casa con el ánimo apático. Ni siquiera la conversación con sus amigas la había animado. Estaba últimamente que se encontraba así, sin mucha diversión en lo que hacía. Era como si de repente las luces se hubieran apagado y andaba a oscuras. Sin embargo, aún no se había apagado ninguna luz.

- Será pasajero - se dijo e intentó ser más optimista -. No todo será malo.

Su carabina, que era su doncella misma, le propuso de tomar una taza de té y prepararse para ir Almack's.

No se topó con su madre por el camino, lo que fue un alivio para ella, ya que la regañaría por llevar la punta de los zapatos y el bajo del vestido sucios. Aunque no había sido su culpa, directamente, era motivo para regañarla por haber sido descuidada con su vestimenta.

Para la señora Madison, la buena imagen lo era todo para conseguir un buen pretendiente. Sin contar con el pelo de su hija era una rareza particular o las pecas que adornaban su rostro, que eran demasiadas para el gusto de la joven. Su madre ignoraba esas pequeñas cosas que con unas ropas y un buen maquillaje disimularían tales imperfecciones.

Aunque llevaban la misma sangre en las venas, siempre había discrepancias entre su madre y ella respecto a unos asuntos, y su aspecto era uno de ellos.

Así que al encontrarse con su ausencia, seguramente estaría chismorreando en casa de una de las vecinas o de su círculo social, le permitió subir con más soltura. No tenía la presión de ella. Eso era un factor para poder pensar en pensativo.

No obstante, una hora después cuando Evie le estaba arreglando, no se vio entusiasmada pese a que había intentado animarse en su fuero interno.

¿Qué le pasaba?, se preguntó sintiendo un repentino agujero en su estómago.

Si era sincera consigo misma, no quería ir a esa fiesta donde muchos, damas y caballeros aparentaban ser felices por un mero baile.

Ojalá ella tuviera la misma ilusión que ellos al ser cortejados o haber intercambiado un inocente flirteo. Pero esta se apagó hacía tiempo cuando ya lo vio más en los eventos que se celebraban en Londres.

En verdad, se había mentido una hora antes, sí que había una luz apagada. Una luz que cuando se encendió era pequeñita y temblaba. Pero con un soplo, ya no había luz posada en la mecha.

¿A quién pretendía engañar?

Se había enamorado de un caballero a simple vista, inmesurable y tontamente. Como rayo que hubiera destellado y la hubiera alcanzado. No hubo remedio. Ni siquiera una oportunidad para retroceder.

Aunque no había sido intencionado, para ella fue, como renacer de nuevo. Con la diferencia que no había ninguna ilusión con la que sujetarse ahora.

Los amores que unilateralmente uno sentía acaban mal. Tarde o temprano, tenía que desilusionarse. Además, él nunca se habría fijado en ella, si hubiera seguido yendo a las fiestas. Era lo mejor que le podría haber ocurrido.

No hubiera atracado en un buen puerto.

Miénteme © #4 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora