Capítulo 29

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Se me ha ido la perola!

🙈🙈🙈🙈

Espero que os guste, sino, pues nada

🤗🤗🤗🤗🤗

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— Nos agradecerán que no lo hagamos aquí.

No lo entendió hasta que la alzó sobre él y se abrazó como un monito a su cuerpo. Sintiéndose muy tímida, escondió su rostro en su cuello. Casi habían estado a punto de dejarse llevar, sin importarle mucho la verdad, en la mesa de la cocina. Gracias a un vestigio de lucidez, no estuvieron a un tris de hacerlo ahí mismo. No creyeron que sería de buen gusto que quien trabajara en esa cocina, a la mañana siguiente, supiera de su revolcón. Encima, cerca de la comida. Sí, no lo verían con buenos ojos.

— Agárrate bien — le dijo cuando empezaron a moverse.

No creyó que se pudiera caer porque entre que estaba sujeta a él y la tenía sostenida con sus manos, en sus glúteos, la posibilidad de caerse era nula. Por otra parte, el rozamiento entre sus cuerpos y el agarre espoleaban más las ansias que sentía, llevándola a morderse el labio para no gritar.

Se arrebujó más a él, en un intento de controlarse, aunque de ayuda no sirvió de mucho.

No se entretuvieron en caminar mucho porque bastante habían esperado. Así que se adentraron en la primera habitación que Edward se aseguró de que estuviera vacía. No se fijaron en los detalles, en cómo estaría decorada o fuera bonita, sino que estuviera vacía.

Sonó la puerta cerrarse y es cuando su esposo la deslizó hacia abajo, rozándose. El deslizarse sobre él, le puso el vello en punta. Sin todavía asimilar lo que ocurría, fue avasallada por su boca, que no había tenido suficiente de ella. Tampoco, Bry, que notó su corazón brincar y sus entrañas retorcerse.

Pero fue un beso corto, porque tenía otras intenciones. Como atrapar su rostro con sus manos, venerando cada trocito de su piel con sus dedos. Sentirlos sobre sus mejillas encendidas provocó que fuera más consciente de su necesidad. No ayudaba mucho su mirada oscurecida, que no dejaba que escapara de ella.

— ¿Estás segura?

Su voz era un ronco susurro, indicándole que no era la única afectada. Su pulgar alcanzó su labio hinchado por sus besos. Lo toqueteó fascinado, arrebatándole a ella la capacidad del habla, que se limitó más que asentir, subyugada por la intensidad de lo que estaba sintiendo.

Lo observó cerrar los ojos para luego abrirlos, más abrasadores que nunca. La obligó a caminar hacia atrás hasta que las corvas femeninas se toparon con la orilla de la cama, cayendo en ella. Él la siguió, rodeándola con su proximidad sin llegar a tocarla, estirando la cuerda de la tensión.

Como no pudo estarse quieta y con los nervios en punta, se apoyó sobre sus codos. Se impulsó hacia delante, alzó una mano hacia sus cabellos y tomó sus mechones, acercándolo. Se les agitaron las respiraciones, notando las ganas, empujándolos y no cediendo aún.

Aún no.

El caballero, no tan caballero en ese momento porque no lo sentía, fue directo hacia el lazo del camisón que se aseguraba del cierre de la prenda. Con un solo movimiento, lo desató, mostrando una generosa porción de su cuello y de sus clavículas. Queriendo averiguar más de lo que podía descubrir de su piel, adornada por mil pequitas, deslizó la tela más allá del hombro de su mujer, destapando un seno a su paso. Notó más su agitación con el gesto. Pero no retrocedió en su propósito. Sin despegar sus ojos de ella, se fijó en cada detalle de su expresión cuando tomó su montículo con su palma. Lo pesó y lo amasó, siendo delicado en un principio... para después, atrapar la punta y pellicársela con deseo.

No evitó que le surgiera un gritito de su garganta.

— ¿Te ha dolido?

— No — mordiéndose el labio. Había sentido un pinchazo.

— Bien porque no me voy a detener.

Se inclinó sobre ella y la besó, callando su réplica. Aun así, su esposa no estuvo silenciosa. Gimió, ahogando su gemido en su boca. Se besaron mientras la mano masculina iba haciendo de las suyas y navegaba por su cuerpo, subiendo el borde del camisón hacia la parte arriba de sus muslos.

Se abrazó a su cuello cuando las sensaciones se agudizaron, y más cuando notó explorarla ahí abajo, separando los pliegues de su feminidad y tocando sin remilgo alguno en una zona, hinchada, sobre un nudo de nervios, que le envío punzadas de placer por todo el cuerpo nada más tocarlo.

Jadeó y buscó aire para sus pulmones.

De pronto, fue envuelta en un vorágine que solo era consciente de los toquecitos que le prodigaba y el calor que acrecentaba en su vientre. No solamente jugueteó con ese nudo, sino que lo masajeó incesante hasta que se arqueó y explotó en mil pedazos.

No paró, cumpliendo con su promesa de que no se iba a detener. Mientras sus dedos seguían con lo suyo, asaltándola de nuevo; su boca tomó otro rumbo. Empezó por su cuello, sensibilizándolo aún más, estirándola a ella como una cuerda. Deslizó sus labios hasta más abajo hasta toparse con su seno. Con su aliento lo calentó, preparándolo para tomarlo por completo, como si de una fruta madura se tratara, provocándole más pesadez y más punzadas por su ser. Siguió y siguió. Absorbiendo y lamiendo, hasta localizar y morder la punta, llevándola de nuevo a la locura. Terminando con uno, prosiguió con su gemelo, prodigándole el mismo trato.

— Ven a mí — se apartó —. Ródeame con tus piernas.

Cambiaron de posición en la cama, colocándola sobre su regazo, sentándose los dos. No fue consciente, por la neblina que poblaba sus sentidos, de lo que estaba haciendo hasta que sintió su empuje, adentrándose por completamente en ella.

¡Dios! No pudo detener el grito que le nació del agudo dolor que la azotó.

— Edward — clavó sus uñas en su espalda.

— Dejará de doler, te lo prometo — masajeó su espalda por encima de la prenda que aún llevaba medio puesta.

Bry, cabeceó, en un intento de decirle que no se preocupara.

— Sigue, por favor.

Unos segundos más tarde, el camisón voló por alguna parte de la habitación.

El hombre la atrajo más a su torso, profundizando más la unión de sus cuerpos. No se había quitado la camisa como tampoco sus calzones, por siguiente, la tela raspó su piel sensible, acuciando más el ardor que iba sustituyendo al dolor. Incitada por sus embestidas, se movió, respondiendo a cada una de ellas, comenzando así los dos un baile rudo e impetuoso hasta sentirse envueltos por la explosión de placer. Se abrazaron fuertemente con las réplicas del clímax abordándolos.

Aún les llevaría su tiempo para calmarse. Sus respiraciones fueron acompasándose lentamente. Bry sintió que su espalda desnuda se rozaba con la colcha y observó con los párpados medio bajados, como su esposo terminaba de desnudarse, eso sí, apartándose y saliendo de ella.

Notó un extraño vacío en su interior que le hizo fruncir el ceño. Edward terminó de desnudarse y estirarse junto con ella. Acarició su mejilla y esta se volteó hacia él. Se miraron en esa aparente calma. Como si no le hubiera bastado, la atrajo hacia su cuerpo. Su mano se deslizó hacia uno de los globos que formaba parte de su redondeado trasero. La joven se apretujó con él, en búsqueda de alivio. No estaba sola en ese sentido. Él, también, quería.

— Quiero aún más de ti — le dijo, sin poder controlarse respecto a ella, sobando esa curva y adentrándose en el límite de su sexo.

— No te contengas — jadeó al sentir ese calor remoloneando en su estómago.

Colocó una pierna encima de su cadera, permitiéndole su invasión, dejando de pensar y solamente sentir, sentir que la invadía, llenándola y embistiéndola, lanzándola directamente sobre una marea placentera. 

Miénteme © #4 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora