Otro trozo

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Lo que no se imaginarían era que una  personita se inmiscuiría y tendría la última palabra de ello.

 De momento, no pasó y Edward pudo convencer a sus futuros suegros de que su intención respecto a su hija era buena. Además, les aclaró que su relación con Florence Savage se rompió. Omitió los detalles de la ruptura, no quería que supieran el origen de tal hecho.

— ¿Mi hija sabe de su intención?

Nada más que levantarse, los señores Madison se sorprendieron de ver en el vestíbulo a lord Portier, cuando no había tratado mucho con aquel caballero. ¿A qué venía esa visita tan temprana? Su sorpresa fue aún mayor cuando les explicó la razón de su visita. No era para menos la incredulidad ya que el caballero en cuestión les había pedido permiso para casarse con su hija. Nunca los había visto juntos tratarse, ¿a qué venía entonces esa proposición?

— Sí, lo sabe.

— ¿Ella le ha expresado su consentimiento al enlace?

Tanto Nettie como él, estaban aún asimilándolo.

— Le pueden preguntar a ella.

Los padres de la joven se miraron y asintieron.

— Les daremos una respuesta pronto.

Solo con tener una conversación con su hija, disiparon cualquier duda que hubieran podido tener, aunque eso no quería decir que estuvieran recelosos por la apresuración de los acontecimientos. Finamente, les comunicaron su decisión, pidiendo a los implicados que estuvieran presentes. Edward no pudo evitar alegrarse y la señorita Madison, también.

— No se arrepentirán, haré feliz a su hija.

— Eso esperamos, no se merece menos.

Edward miró a su futura esposa, con gozo y dicha. Esta le devolvió la mirada igualmente ilusionada.

— Os dejaremos a solas, unos minutos — dijo Nettie con una sonrisa cómplice, mientras intentaba que Andrew hiciera lo mismo.

— Comportaos como es debido, aún no habéis pasado por el altar.

— Oh, querido. Déjalos, están....

La voz de Nettie fue amortiguándose cuando salieron de la habitación.

El sonido de la puerta al cerrarse, les dio la señal de que estaban solos.

— ¿Y bien? ¿Futura lady Portier? ¿Qué te parece?

Bry no se lo podía creer y soltó una risa cantarina. Quería dar vueltas y vueltas. ¡Estaba como en una nube!

— Pellízcame para que no sea un sueño.

— No es un sueño, es la realidad — le dijo con la mirada intensa —. Pronto, serás mi esposa y yo tu esposo. Se notan que tus padres te quieren.

Bry si hubiera estado más sobria de dicha, se hubiera percatado de la pizca de nostalgia que impregnaba sus palabras.

— Ellos no querrían que fuera la más desdichada de las mujeres. Los echaré de menos cuando me tenga que ir de aquí.

— No lo serás, comigo. Te prometo que no serás desdichada — la abrazó, sintiendo que era donde quería que estuviera. Se sentía, extrañamente, pleno con ella —. Los visitarás cuando quieras — le acarició la mejilla, atrapando su atención —, y ellos a ti.

Alguien tocó la puerta y fue Evie, que se disculpó con la mirada. Aun así, Edward no rompió todavía el abrazo.

— Iré a solicitar la licencia especial para podernos casar cuanto antes y echar las debidas amonestaciones. Mientras tanto, tenme en tus pensamientos.

— ¿Y yo en los tuyos?

— Siempre.

Tonta o no, le creyó.

— Está bien — asintió con repentina timidez.

Teniendo testigos, se controló en besarla en los labios, pero depositó uno en su mano, guardando el deseo de haberla querido besar.

Bry tuvo que sentarse en la silla porque las piernas no las sintió, mas intentó que el miedo porque no se acabara aquello, no fuera más grande.

— ¿Señorita?

— Sí, Evie — intentó reprimir la sonrisa, pero no pudo.

— ¿Es lo que quiere?

— Sí, es lo que quiero — lloró inconsciente, pero fue de dicha.

De una inmensa dicha.

Miénteme © #4 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora