Capítulo 19

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La noche salió mejor de lo que había esperado, pensó Bry, que no se imaginó una situación así. Dado que él le había deseado "dulces sueños", se encontró con el impulso de cobijarse bajo las sábanas y no salir nunca o no ceder su deseo por pura rebeldía.

De todas formas, se acostó con una sonrisa en los labios. Agradecía que tuviera buena memoria para recordar los dulces besos que había recibido. No fue uno, sino varios. Pero a la mañana siguiente, toda esa felicidad se redujo a nada cuando recordó que él mantenía una relación con la meretriz. Por más besos que le diera, no había punto de comparación con que pasara las noches con ella. Dueña de parte de su vida, privilegio que no tenía.

Así que se vio feliz por un momento, y luego, asumida en la tristeza. Sin embargo, no mejoró, aunque recibiera una nota de él. Su madre no se enteró de la llegada de tal nota porque estaba con la ama de llave colocando nuevas flores en los jarrones que disponían en cada habitación de la casa. Tampoco, Evie se enteró de ello.

Subió a su dormitorio con el trozo de papel, quemándole en el bolsillo. No era la primera vez que recibía algo de él. Se imaginó cualquier cosa que le pudiera haber escrito, pero no aquello que leyó. Le pedía verse en el Hyde Park. A una hora temprana donde no habría transeúnte.

¿De verdad estaba siendo un juego, una broma por parte de él o su intención era seria?

Solo había una forma de averiguarlo y era encontrándose con él.

Fue más fácil de lo que creyó, ya que sus padres no se habían levantado, ni su doncella. Tendría que volver temprano a casa si no quería preguntas indeseadas. Aunque había una ligera niebla en las calles de Londres, podía atisbar el parque. Poco a poco se yendo el manto fantasmagórico.

No sabía dónde se encontraría o dónde la estaría esperando, mas no quería que fuera un espejismo o un engaño. Iba a gritar cuando de la nada, una fuerza, la atrajo hacia atrás y la colocó detrás de un árbol. La mano que le tapaba la boca tenía un dueño, este le sonría con la mirada.

— Ha venido.

Parecía complacido, ¿había creído que no vendría? Confusa, lo miró, intentando descifrar más allá de su expresión.

— Aunque podía haberme negado al venir, ¿qué diría su amante con su deslealtad? No quiero ser su segundo plato o parte de un juego que solo busca divertirse usted solo.

Edward no se enfadó con su reproche. Aunque podía hacerlo, ¿ella tenía algún derecho sobre él? Ninguno.

— ¿Quieres sinceridad?

Asintió, con una pizca de temor.

— No estoy con Florence Savage — no esperó su respuesta, eso se mostró en su cara, tanto que él lo intuyó, riéndose —, eso se traduce que estoy soltero y puedo, de alguna manera, de estar con quiera.

— ¿Con eso no querrá decir de estar de una flor a otra flor? — cruzó de brazos, sintiendo un aguijón malhumorado en su pecho.

— No me pasa ni una, ¿verdad? — su silencio le dijo que no —. No exactamente — se hizo el enigmático con su pausa deliberada—. Verá no me gusta cambiar de un lugar a otro cualquiera, sabe picando — Bry se sonrojó —, prefiero mantenerme en un solo sitio.

— ¿No es un libertino? — insistió.

— No, no soy un mujeriego, pero no le voy a negar que tampoco soy un santo. Tengo mis pecados como todo el mundo — fue tan ambiguo que le dejó con la miel los labios.

Quiso preguntarle más, pero le distrajo con un movimiento de su mano.

—¿Qué hace?

Le había cogido el sombrero y se lo había colocado en su cabeza.

— ¿Cómo me queda?

No le iba a decir que pusiera lo que se pusiera iba a estar endemoniadamente guapo.

— Horrible — hizo un gran esfuerzo para no reírse y viera que le había hecho gracia.

No conforme con su respuesta a su nueva adquisición, chasqueó la lengua y puso sus brazos a ambos lados de la cara.

— Aun así, lo llevaré un rato si no te importa.

— La primera vez que le vi aquí, no recogió uno que llevé ese día, que fue volando, parando finalmente a sus pies.

 — ¿Hice eso? Estaría en otro mundo.


Posiblemente estuviera pensando en ella. Tal pensamiento, le hizo contestar de mal humor.

— Fue un maleducado. Incluso me dirigí a usted y me ignoró.

— De ahí que me mirase mal en la cafetería.

—  No lo miré mal — su nuevo sonrojo la contradijo.

No paraba de sonrojarse estando con él.

— ¿Ah, no? Fruncía el ceño y su expresión era de querer matarme.


— ¡No lo hice! — frunció los labios —. Está exagerando; no le desearía nigún daño a una persona.

No supo que le estaba tomando cuando sus ojos se toparon y vio en ellos cierta picardía, que la ofuscó y la calentó a parte iguales.

—¡Se burla de mí! Déjame marchar.

Aun así, la mantuvo encerrada en su improvisada jaula, hecha con su cuerpo.

— No tan pronto — su voz cambió de tono, bajándola —. ¿Por qué dejarla? 

— No quiero ser la diana de sus burlas.

— Sí, eres muy graciosa — se rio cuando Bry le envió una mirada fulminante —. No, lo digo en serio.

Pero ella apartó la cara, claramente ofendida. Seguro que sus mejillas encendidas eran visibles a sus ojos. Odiaba que su rostro reflejara con bastante evidencia sus sentimientos.

— Por favor, no te ofendas — con delicadeza, le cogió su barbilla —. Bryonny.

Su nombre en su voz fue una caricia que la hizo estremecer y querer apretarse con él. Se controló. Fue en ese segundo cuando la miró largamente y se inclinó sobre ella, depositando un tierno beso que causó un efecto incediario en ellos. Lo malo que fue tan breve, que los dejó con ganas de más, anhelantes.

— ¿Mejor?

No lo estaba, ni de lejos. Negó con la cabeza sin encontrar voz para replicar.

— Me has dejado el listón alto — se aseguró de que no había testigos para susurrarle e inclinarse —. Entonces tengo que esmerarme para que no tengas queja de mis besos. 

— Presupone mucho, ¿tan creído se lo tiene? — deteniéndole.

No pareció molestarle, sino que parecía divertido.

—Vaya, vaya. Debo mostrarte una lección, mi dama - se mordió el labio, seductaremente pensativo —, es que soy muy persistente en conseguir lo que quiero. Tú eres lo que quiero.

Trató no rendirse a su encanto endiablado.

— No quiero ser su juguete.

— No lo eres, Bry. Créeme — le alzó la barbilla y sus miradas se reencontraron —. ¿Cómo te puedo convencer de sí que me importas? 

Antes de abrir la boca, él se le adelantó, sorprendiéndola. Tiró de ella, despegándola del árbol.

— ¿Se ha vuelto loco?

Tuvo que acelerar el paso para seguir el suyo. No soltó su mano.

Ella guardó una sonrisa. Le gustaba tener su mano sobre la de ella. Era firme y cálida. Muy dulce.

— ¡Alguien nos pueda ver! — se alarmó, acordándose de dónde estaba.

— Hay una manera de demostrarte que sí me importas.

— ¿Cuál es esa si se puede saber? — tenía el corazón saltando por la emoción.

Retrocedió cuando se detuvo ya que iba a chocar con su espalda.

— Casándome contigo. 


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¡Nuevo capítulo! Espero que os esté gustando 🤗🤗🤗🤗

Nos vamos leyendo. Si todo marcha bien, el lunes actualizaré.

¡Buen fin de semana!

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