Nos leemos pronto!!
Luego lo reviso!
😘😘😘😘😘
El despertar no fue tan dulce, ni tan bonito como lo que había soñado antes de que sus ojos se abrieran cuando le vino un fuerte olor. Un señor de cabellos blancos la miraba fijamente tras sus anteojos, guardó el botecito en su chaqueta. Se irguió en lo que supuso que era una cama cuando fue consciente del helor que sentía en el pie. Estaba vendado. Alguien lo había hecho, el médico supuso. Empezó a buscar a otra persona.
— El marqués Werrington me ha pedido que la revise. Estaos tranquila.
— ¿Quién? — pestañeó —. Perdone, ¿y mi marido, lord Portier, dónde está?
No había nadie en la habitación. Ni su amiga. Estaba sola. Intentó no llevarse por la presión que notaba en el pecho.
— Escúchame. Tiene el pie inflamado debido a un mal tirón que habrá hecho daño al músculo. No creo que tenga el hueso roto.
— Gracias, doctor. Pero como entenderá quiero irme de aquí. Esta no es mi casa — se llevó una mano a la frente.
— Debería guardar reposo hasta que se le baje la hinchazón.
— No puedo permanecer aquí, usted no lo entiende, mi marido no sabe que estoy aquí.
Cambió su expresión por una más condescendiente. Palmeó la mano como si se tratara de una niña descarriada.
— ¿Cómo está la paciente? — irrumpió la persona que menos quería ver.
El médico se levantó y movió la cabeza en un asentimiento.
— Por lo que he visto no tiene ningún hueso roto. Se podrá recuperar pronto, si no hace ningún esfuerzo o movimiento brusco.
— ¡Qué alivio! — parecía sincero y Bry apartó la mirada, enfadada —. ¿Quiere que le acompañe?
— No, no, mi señor. Todavía poseo una buena memoria.
Bry intentó moverse mientras el supuesto noble se despedía del matasanos. Lo que no pensó era que su pie no colaboraría y tendría que apoyarse desesperadamente en la orilla de la cama.
— ¿¿¡Pero qué hace!?? ¿No ve que debe estar en la cama? ¿Acaso quiere empeorarlo?
— ¡No soy una niña! — se sentó malhumorada —. No me dé órdenes como si lo fuera.
— Perdone usted, no sabía que fuera que le estuviera dando una orden.
Pasó por alto su tono de sarcasmo.
— ¿Mi amiga? — inquirió —. ¿y mi marido?
— Parece que está muy solicitada — alzó las manos y suavizó el tono —. Lo siento, su amiga está abajo, y su esposo ha sido avisado.
— Gracias — se atrevió a mirarlo —, y discúlpame por mi arrebato.
— Disculpas aceptadas. ¿Por qué no se acuesta y se relaja? Le diré a su amiga que suba — se encaminó hacia la puerta para hacer tal tarea.
¿No había criados? Le extrañó que no los tuviera si pertenecía a la nobleza.
Pero no hizo falta porque empezó a escucharse gritos y un revuelo de pasos. Bry se le subió el nudo a la garganta cuando vio a su marido entrar como un vendaval en la habitación. Su amiga detrás de él. No le pasó desapercibido que el ambiente se enfriara de repente. Observó que el marqués alzaba el mentón y el brillo de su mirada se tornaba más burlón. No fue tan diferente la actitud de su esposo, que se acercó, parándose solo unos milímetros del otro caballero.
— Lord Portier — le saludó el primero.
— Marqués Werrington— no hizo una reverencia como dictaba la situación y la diferencia de estatus —. Espero que comprenda que no podré saludarle como manda el protocolo. ¿Dónde está mi esposa?
Bry sintió que el corazón le iba a mil, pero no entendía nada de lo que estaba ocurriendo entre los dos hombres.
— Aquí estoy — respondió casi con un hilo de voz.
Edward respiró hondo y se giró su dirección. No supo qué le habría pasado por la mente, si algo bueno o malo, el caso era que apretó la mandíbula y se acercó a ella con pasos enérgicos, pese a que en ese día la cojera era más acentuada. Aun así, el corazón de la joven esposa dio exultantes brincos, y más cuando, sintió su mano rodear su mejilla.
— ¿Estás bien?
Esa pregunta. Después de su fría separación, casi voluntaria; le provocó que le entraran unas tremendas ganas de llorar. Asintió y agarró su mano como si le fuera la vida en ello.
— ¿Te ha tratado bien?
Su voz era tan suave. Tan dulce.
¡Cuánto lo había echado de menos!
Asintió nuevamente.
— Vamos, Portier, ¿creerías que no iba a tratar bien a tu esposa? ¿Por quién me has tomado? ¿Por un patán?
En unos segundos, Edward eliminó las distancias y lo amenazó con el bastón. Las dos mujeres jadearon. Anne se puso en el medio.
— No hagas ninguna tontería — dijo Anne con desesperación.
El aludido la ignoró.
— Precisamente, no se me olvida que lo eres.
— Vamos, Portier. ¿No éramos unos críos? No pensábamos que eras muy débil y te lo tomarías tan a pecho las bromas.
Alzó la cabeza del bastón hacia su garganta.
— ¿Por eso te tengo que mostrar más amabilidad cuando mi esposa está en tu casa, en tu cama?
Bry jadeó aún más. Anne se desesperó, empujó a Edward hacia su amiga.
— Edward, déjalo. Bryanne te necesita — parecía ser que eso le cambió de parecer y se movió hacia Bry, que estaba sorprendida. Él le rehuyó la mirada.
— Si quieres ayuda, Portier, yo acercaré a tu esposa a tu hogar. No podrás cargarla hasta el carruaje.
— Preferiría que estuvieras lejos de ella.
Werrington masculló antes de salir la habitación:
— Esperen aquí.
— ¡Dios mío! ¿Qué ha sido esto?
Edward no contestó. Parecía que estaba fuera de sí.
— ¿Edward?
No quería que estuviera ausente, no quería que estuviera lejos de ella. No más; pero había tantos interrogantes. Le tocó a ella, acercársele, deslizándose por la colcha. Cogió su mano y tiró de ella.
— Estoy bien — le repitió.
¿Y él, lo estaba?
Sus frentes se tocaron y notó su respiración agitada. Lo vio cerrar los ojos, aliviado. Ella no quiso que nada ni nadie los molestara. Menos que ese marqués incordiase a su marido. Le acarició la mejilla, que estaba rasposa. No se había afeitado. Sintió un cosquilleo en sus dedos que fue extendiéndose, atenazándola. Se regañó a sí misma por sentirlo. Aun así, era inevitable.
Los sentimientos lo eran.
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Miénteme © #4 Saga Matrimonios
Fiksi SejarahLa historia de lady Samantha hubiera sido la continuación de me odiarás, pero esta la ha guardado en un cajón debido a la poca inspiración que iba teniendo. No la dejaré por mucho tiempo guardada ya que he pensado que será la última de la saga. Sí...