Evie tuvo el sumo cuidado de no mencionar las ojeras violáceas que pintaban en sus ojos, prueba de no haber pasado una agradable noche, por siguiente, de no haber dormido bien, mientras la estaba peinando para aquel día. Aunque no iba a salir porque no tenía ninguna cita pendiente, ya que la que tenía con lord Resford sería pasado mañana. Intentó que ese día sería para ella. Al menos, estaría leyendo y no pensar tanto... en él.
Aunque sin querer su mente volvió a ese trocito de papel que estaba escondido en un cajón. Como si este tuviera vida y no la dejara en paz por haberlo dejado abandonado en un rincón. Si bien se había prometido a su propia persona no le iba a dirigir la palabra, después de haber soñado con él, un ansia surgió con virulencia, pillándola con la guardia en bajo. No tuvo la paciencia esperada de quitarse esa sensación tan imperiosa, era como si le hubiera picado un mosquito, esa picadura persistía para que se rascara.
— Evie, cuando termines de mi peinado, ¿me puedes traer una hoja en blanco, una pluma y un tintero?
— Sí, ¿necesitáis algo más?
— Por ahora eso, gracias.
Se miró en el espejo, aunque su apariencia parecía estar en paz, por dentro estaba dando mil saltos, intentando descifrar si no se había vuelto loca ya. Cabeceó y, cuando su doncella fue a coger los materiales de escritura, estuvo caminando de arriba a abajo en un intento por apaciguar esa urgencia que le había entrado.
— Gracias — se las dio de nuevo —. Espera porque lo que quiero escribir será rápido y me gustaría que se lo entregaras.
— ¿A quién? — entendió de que no era una mujer, ni mucho menos a una de sus amigas.
Bryonny aguardó silencio, aunque luego para decirle dónde tenía que mandarlo, sabría el destinatario de esa nota. Respiró hondo y, rezó para que no le temblara el pulso. Empezó a escribir esa hoja de papel con la rasgada punta de la pluma:
Me temo que no le podré complacer porque no hay dicha inquina de la que me tacha. No lo conozco para poder juzgarlo como dice que lo he hecho. Por lo tanto, encuentro su intención un sinsentido. Le agradecería que se abstuviera en rebatirme o proseguir con ello. Como le he dicho, no me conoce. Ni yo a usted, para tener una conversación privada y lamento haberle causado una mala impresión de mi mirada. No fue con mala voluntad.
De la señorita desconocida.
Se puso una mano en el estómago, sintiendo un gran nudo.
— Necesito tu discreción Evie para el favor que te voy a pedir.
— Me está dando miedo, señorita. ¿Va a hacer una temeridad?
— ¡No! Solo quiero enviar una nota a un caballero que ha malinterpretado un gesto mío.
La joven la miró extrañada.
Ya, era una situación muy surrealista que ella tampoco se imaginó hasta que un camarero le entregó ese trozo de papel.
— Te prometo que será esta vez y no va a haber más. No quiero que se entere nadie más.
— ¿A quién se lo tengo que entregar?
— A un tal lord Portier. Sé que es arriesgado, pero busca a un piñuelo de la calle para que se lo dé y no sepa de quién pueda ser o de qué casa viene y págale. No vaya ser que se le suelte la lengua.
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Miénteme © #4 Saga Matrimonios
Ficção HistóricaLa historia de lady Samantha hubiera sido la continuación de me odiarás, pero esta la ha guardado en un cajón debido a la poca inspiración que iba teniendo. No la dejaré por mucho tiempo guardada ya que he pensado que será la última de la saga. Sí...