Pero Bry había cambiado de parecer respecto a la cita que iba a tener con lord Resford, dejando más descolocados a unos padres que quisieron no presionarle con el tema. Fue nada más empezar en el desayuno.
Henrietta intercambió una mirada llena de preguntas con su marido que él no supo contestar, aunque tanteó el terreno.
— ¿No estabas reacia a la idea de conocerlo?
— Eso era antes de pensármelo mejor. Mamá tiene razón sobre que el amor se puede construir a base del trato y de la confianza — la aludida tuvo el cuidado de no caérsele la taza de té de la mano, aún atónita por el cambio que había pegado su hija de pronto —. Además, lo juzgué sin realmente conocerlo — no contó con el par de ocasiones en las cuales se habían dirigido la palabra —. No creo que sea tan terrible para desecharlo como candidato potencial a posible marido.
— Me alegra escucharte así, hija. No obstante, no quiero que te sientas presionada — Bry se quedó anodada por lo amable que estaba Henrietta —, y haz lo que consideres mejor para tu porvenir, nosotros te apoyaremos en la decisión que tomes.
Miró a su señor padre, y este cabeceó con una sonrisa, dándole entender que tampoco sabía nada.
— Gracias, mamá.
Los tres desayunaron tranquilamente. Cada uno había actuado de forma correcta. Sin embargo, para Bry, aún no se sentía satisfecha del todo y, aunque se hubiera lamido las heridas como un cachorro, tenía la sensación de que había sido una idiota. Eso le escocía. Otra persona que la viera, diría que estaba siendo una exagerada. Lo que no sabría hasta qué punto le había afectado fijarse en una ilusión dañina. Podría decirse que se había fijado en la rosa equivocada. Hermosa por fuera, pero era la que más espinas tenía. Aun así, cegada por la belleza pura de la flor, no se percató de las espinas salientes del tallo hasta que acabó por pincharse. No fue especialmente un pinchazo. Respiró hondo y observó a sus padres, que estaban en un silencio cómodo.
Ojalá no hubiera sido tan idiota en su primer enamoramiento.
¡No debía pensarlo más!
— He quedado con Anne dentro de una hora, ¿puedo irme a prepararme?
— Sí, llévate a Evie contigo.
— Gracias, mamá. Nos vemos luego — se despidió de los dos con un beso en la mejilla.
La señorita Madison salió de la estancia con un revuelo de faldas.
— No corras por los pasillos — gritó Henrietta —. Me vais a volver loca.
— ¿Quiénes, querida?
— Tu hija y tú. ¿A qué ha venido ese cambio de actitud?
— No tengo la menor idea de ello — cogió su mano, abrigándola con la suya —. De todos modos, no debemos presionarla.
— Lo sé. Pero si nos hemos equivocado, ¿y si lord Resford no es el indicado para ella?
— ¿Dudas de tu primera impresión?
— No te burles.
— Con el paso del tiempo lo sabremos.
— No quiero hacerme más vieja, Andrew.
Nuevo drama a la vista.
— Yo te querré más por ello.
— No me adules, anda — pero por dentro se sintió complacida.
Se miraron y sonrieron. Continuaron con el desayuno.
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Miénteme © #4 Saga Matrimonios
HistoryczneLa historia de lady Samantha hubiera sido la continuación de me odiarás, pero esta la ha guardado en un cajón debido a la poca inspiración que iba teniendo. No la dejaré por mucho tiempo guardada ya que he pensado que será la última de la saga. Sí...