Capítulo 21

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Una novia se acordaría para toda su vida el momento que se casó con su prometido, en el que intercambiaron los votos, uniéndolos para siempre, en ese tierno beso en la mejilla tras desnudar el rostro del velo. En el caso de Bry fue como el de un sueño. Un sueño maravilloso que pasó muy fugaz. Al menos, así lo sintió, por culpa de los nervios a flor de piel. Además, había sentido miedo hasta el último segundo, hasta que el sacerdote les declarase marido y mujer. Ese segundo es cuando pudo decir hacia sus adentros que era "mío".

La mirada de su esposo que le dedicó la derritió y tuvo que sujetarse a él mientras caminaban por el pasillo hacia el carruaje donde los llevaría a la residencia de los Madison, que había organizado un banquete en su salón, disponiéndolo todo para los invitados. Soportaron estoicamente y con sonrisas en los labios la lluvia de arroz. Entraron en el vehículo apresurados y entre risas.

- Nadie dirá que ha desperdiciado un gramo de arroz - se quitó el sombrero de copa y lo lanzó junto con el bastón hacia el otro asiento y dio un toque al cochero.

- Bueno nos desea una larga dicha conyugal.

- Y muchos hijos - le guiñó el ojo y la joven esposa agachó la mirada, abrumada -. Eh, no pretendía asustarte. ¿No quieres tenerlos?

- No - atrapó sus dedos con los suyos, cubiertos por los guantes de encaje, se llevó la mano hacia la mejilla -, no quería darte esa impresión.

Edward la sorprendió, llevándola a su regazo, sentándola encima de él.

- Entonces, tendremos muchos y formaremos una bonita familia - sus miradas se reencontraron y una tensión, no desagradable, mas sí intensa, resurgió entre ellos.

- No se apresure, mi señor - le dio un toquecito -, poco a poco.

- No sabía que tuviera sentido del humor - la apretó contra él, provocándole un gritito de sorpresa.

- ¡Edward! - se rio, pero la risa que había burbujeado en su garganta quedó ahogada por sus labios, que al principio fueron delicados, mas se tornó después exigentes.

Dando y exigiendo a su vez. Se besaron y no tardaron en sentir el cosquilleo debajo de sus vientres, que empezó a extenderse y demandarles más. Edward se apartó, pero no para dejarla de besar, sino para acariciar con su boca su piel que estaba sonrojada. Se detuvo hasta el límite de su escote, posando con ardor sus labios y calentándola con su aliento. Regresó a su boca, lanzándose a ella y atrapando su lengua con la suya. Bry tuvo que agarrarse a su nuca para no caer desmayada. Su cabeza le daba vueltas. Aun así, no podía permitirse la ausencia de sus caricias. Era adictivo y, más cuando, el centro de ser ardía por él.

No fueron conscientes de que estaban llegando al banquete nupcial cuando el cochero soltó "sooo" y les avisó de su llegada. Portier inspiró hondo antes de apartarse, aun así, no se apartó de inmediato de ella.

- No te lo había dicho - agarró suavemente su barbilla, alzándola, quedándose prendada de sus ojos -. Nunca he visto a una novia más bonita que tú. Me enorgullece de que seas mi esposa.

- ¿Cómo puedo devolverte tu cumplido?

- No es un cumplido, Bry. Es la realidad. No sabes cuánto me afecta el tenerte conmigo.

- Espero que no a mal.

Le tocó a él reír.

- No a mal, créeme - ahora sí que se alejó de ella sin romper el abrazo -. Ya te lo demostraré en nuestra noche de bodas y en las siguientes.

Oh, cierto, pensó en Bry profusamente sonrojada. Su esposo besó la punta de su nariz y la ayudó a bajar. Agradeció que no hiciera ningún comentario jocoso sobre ello, ya que ella le entraban los mil nervios al pensar en su noche bodas y en lo que sucedería después.

- Vamos - cogiéndola de la mano entraron en la casa donde los suegros y los tíos de Portier estaban dentro.

No pudieron gozar más de la intimidad cuando el resto de los presentes llegaron. Se vieron de un lado para otro, recibiendo las buenas esperanzas de estos.

El banquete pasó también deprisa, dándoles la sensación de efímera. Como un suspiro. Solo hubo un momento que pudieron estar juntos y lo disfrutaron. Lo malo era que no duró mucho tiempo, ya que estaba el padre de la novia que pidió una pieza con su hija. Portier se la entregó.

Observó embobado la sonrisa de su esposa que no desaparecía de su cara. Era feliz. Y él lo estaba, también. Ya con solo verla, se le llenaba el pecho de calidez.

Retrocedió, sintiendo de repente las garras del miedo. No era para menos, llevaba en sus espaldas un pasado que probablemente la asustaría. Y deseó cuando se lo pudiera contar, queno lo abandonara. ¿Y podría confiar en él más adelante?

Deseaba que así fuera, aunque se imaginó que se lo tenía que ganar. Sintió en su nuca como un picor. ¿Qué?

Giró su rostro, y su expresión se endureció al ver la causa de ese picor. ¿Cómo se había atrevido?

Su ex-amante lo saludó con una sonrisa fría. Debió haberlo considerado antes, porque era lo que ella quiso que hiciera, se dirigió hacia su persona con la intención de echarla de allí. Ojalá no lo hubiera hecho. Porque con ello se destapó la caja de Pandora, saliendo de ahí, los monstruos y los miedos. Desgraciadamente, no pudo retroceder el tiempo. Ni que su esposa supiera su gran secreto.

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Me despido hasta el martes o el miércoles, dependiendo si me viene la inspiración y veremos qué ocurrirá.

😘😘😘😘😘

Miénteme © #4 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora