Capítulo 31

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¡Gracias!

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Lo intuyó antes de que se acercara y eliminara las distancias que había entre los dos en la alcoba. Sentada en el alféizar de su ventana, observó como el sol salía tras las nubes.

— ¿No te parece increíble que justo acaba de salir el sol después de que ha estado lloviendo toda la semana?

— Oliver se ha ido.

— Sí, también lo he visto — fue cuando alzó sus ojos grandes y llenos de pureza, topándose con los de él —. Por lo que ha tardado en salir, me imagino que no ha ido mal la reunión.

Edward, que quiso hacerse el misterioso, no pudo. Bry hizo hueco a su esposo, que no titubeó en sentarse a su lado. La abrazó por detrás, apoyando su mentón en el hueco de su cuello.

— El antiguo Edward se podría haber sentido amenazado y habría actuado, nuevamente, de forma cobarde antes de enfrentarse a sus propios pecados.

— Bueno, un gran paso es reconocerlo.

— Lo que no me esperaba era que mi esposa me iba a poner en esa situación, haciéndome replantear lo que soy.

— ¿Y quién eres, Edward? — giró sobre sus brazos, mirándolo de forma cálida y hermosamente verdadera —. Porque yo sí lo sé.

— Dime, esposa mía, cómo soy. No me digas muchos cumplidos que me harás sonrojar.

— ¡Qué tonto! No te regalaré cumplidos.

— ¿Ah, no?

Guardándose una sonrisa y cobijándole una mejilla con su palma, notando su piel rasposa de su mandíbula. Negó con la cabeza.

— No. Eres el hombre que amo y quiero que esté conmigo. Da igual cuando te pongas terco, orgulloso, porque lo recompensas siendo amable, generoso conmigo y me haces dichosa — los ojos de él se oscurecieron al escucharla y lo notó inspirar hondo—. Eres el hombre que no te fuiste de mis pensamientos pese a que tú me ignorabas — sabiendo que la interrumpiría, puso sus dedos sobre sus labios, provocándole cosquillas —. Lo hacías Edward, pero no me enfado por ello, porque creía que era un imposible. Salvo que un día los sueños se hacen realidad y tú me los hiciste reales.

— Bry... — aproximó su frente y la junto con la de ella —. Mi Bry, esposa querida. ¿Qué hice para merecerte?

— ¿Acaso el amor tiene una explicación?

— No la tiene.

— Exacto y haré cualquier cosa para que tú seas feliz — lo besó, aunque fue un beso minúsculo, pero impregnado de significado — porque ya lo haces conmigo.

— Aún no lo hago, querida — la sorprendió cuando, repentinamente, se puso en pie y la alzó en sus brazos, llevándola hacia el lecho, donde la tumbó y se inclinó sobre ella —, todavía tengo pensando en hacerte dichosa cada día de nuestras vidas.

No hizo falta más palabras para demostrárselo.

***

¿O sí hacía falta?

Edward era consciente de que todavía no se le había declarado. Pero aún faltaba una pieza para que fuera verdadero, sin sombras del pasado de por medio. Por eso, le pidió a Bry que lo acompañara a visitar a su prima. Así, demostrarse de lo tóxico, que había sido, ya no estaba dentro de él. Por otra parte, demostrarse de que esa toxicidad había desaparecido por completo. Aunque tenía el mayor de los tesoros que era el amor de Bry, quería hacer frente a su último demonio, para que este no hiciera más daño y no emponzoñara sus sentimientos.

Miénteme © #4 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora