Lo bueno que podía sacar de ello — pobre consuelo —, de enamorarse a primera vista y no fuera recíproco era que la otra persona, que hubiera sido destinataria de su atención, desconocía su lelo enamoramiento.
Aunque tuviera los ojos enrojecidos, llenos de lágrimas, por la impotencia producto de la desilusión. Era como si esperar que no lloviera cuando todos los días llovía.
Había sido una tonta de manual y, ahora sentirlo en sus propias carnes, no le creaba más que un sabor amargo por haber perdido un tiempo valioso de su vida en crearse castillos de arena en el aire. Porque eso había hecho, se había creado ilusiones baratas de las cuales habían sido puros espejismos. Pero eso no evitaba, sentirse resentida con el mundo, propiamente dicho, con él y con ella. No con la dama que estuviera con él. Hablada de ella misma. Bastante vergüenza sentía para haberlo reconocido en su fuero interno.
No queriendo sentir más esa pena ardiente, que corría por sus venas, y esa vergüenza, que latía en sus cuatro costados, cuadró hombros, obligándose a sí misma a salir y a no prestarles atención de la que ya tenía con las empleadas del local, murmurando por su provocativo comportamiento.
Común en dos amantes.
Apretó el paso con los puños en sus costados.
— Vámonos — como Evie no se movió, la cogió del brazo, arrastrándola tal como lo había hecho su madre con ella.
¿No se decía que las malas costumbres se pegaban?
Pues ahí estaba el buen ejemplo de ella.
— Pero señorita...
No le hizo caso, más bien quería irse de allí cuanto antes. No era para llenarla de orgullo escenificar a lady Madison, pero en casos excepcionales, no existía tales remilgos. Adiós a los buenos modales. No fue consciente de que atrajo más miradas de las deseadas. Una de ellas, la que no quería. Un segundo más, salió de la tienda con las mejillas ardiendo.
— ¿Está bien?
— Regresemos a casa.
— ¿Y su madre?
— Sabes como es ella, de coqueta. Tardará horas y horas mirando y probándose el montón tocados que habría por haber, aunque había dicho que serían para mí — la soltó y caminó sin echar la mirada hacia atrás —. Le mandaremos una nota cuando hemos llegado a casa, avisándola de que no estamos en la tienda. No vaya a ser que se pierda por el camino.
La otra joven supo de inmediato que era mejor estar callada. Se notaba que a mil leguas que el humor de la señorita Madison no era el de siempre. Aunque nunca imaginaría la razón de ello, prefirió mantenerse con los labios sellados y no preguntar por ello.
Nadie de los presentes se hubiera dado cuenta de que dicha razón aún seguía en la tienda. Precisamente, meditabundo.
— Eddie — el rostro del hombre se volvió hacia la mujer, que lo había llamado, por la mirada de reproche que le echaba, unas cuantas veces.
Se rascó una ceja y esbozó una sonrisa, que no llegó a los ojos.
— Perdona, me he distraído.
— Me he fijado; estabas como en las nubes. Bueno, ¿me esperas aquí mientras me pruebo los vestidos que había encargado?
— Claro.
Se ganó un beso de la mujer, no en la boca. Si hubiera sido así, habría sido un escándalo que se habría publicado en la primera página sensacionalista. Después de todo, propició más cuchicheos de los que hubo en un principio. Era evidente que estaban juntos. No hacía falta hacer una suma sencilla para saberlo. El gesto que ella le había dedicado, lo hizo aposta. Le encantaba provocar, y él se dejaba hacer.
La sonrisa del hombre se amplió, demostrándoles que estaba ufano con la situación. Pero muy lejos de la realidad. Se apoyó en el demostrador con una actitud indolente, ignorándolas y su mirada fue a parar hacia la puerta de la entrada, donde antes se había ido ese torbellino, no queriendo participar en el voyerismo de las demás. Aunque no lo tuvo claro, ni el por qué, ni él cómo, había atrapado su atención.
Durante unos segundos. Hasta que se marchó.
Sería que estaba demasiado aburrido, tanto que el por el simple hecho de ver salir a una joven salir, arrastrando a otra, que había sido testigo del circo que había montado con Florence, le había llamado su atención.
Sería eso.
¿Qué más podía ser?
Cualquier otra cosa que fuera, estaba vetado para él.
No podía permitérselo. Otra vez.
Sería imposible.
Ilógico e irracional.
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Cuando leí "esclava de amor" de Virginia Henley (un libro que tiene tela, tela, que aun así me gustó), me había flipado una escena. Sino con "el beso del highlander", cuando Drustan se probaba unos tejanos o unos bóxers, jajajaja. Tengo una debilidad con los probadores. Hubiera sido mala, pero no lo he sido.
Veremos qué pasa
😘😘😘😘😘
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Miénteme © #4 Saga Matrimonios
Historical FictionLa historia de lady Samantha hubiera sido la continuación de me odiarás, pero esta la ha guardado en un cajón debido a la poca inspiración que iba teniendo. No la dejaré por mucho tiempo guardada ya que he pensado que será la última de la saga. Sí...