Un trozo

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No quería dejar este trozo, aunque muy corto en mi cabeza. 

Os dejó con él.

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¿Había oído bien?

Seguro que lo había escuchado mal o no lo había dicho en serio.

— ¡Espera! — tomó impulso y, de la fuerza que reunión, tiró de su agarre —. ¿Casarse conmigo? ¡No me conoce! ¡No nos conocemos!

Edward no pestañeó, es más, parecía que estaba decidido a seguir con... ¡esa locura!

— Nos podemos conocer estando casados — Bry recordó las palabras de su madre y no tuvo argumentos que rebatir, sino que se encontró con un cosquilleo anticipado —. Quiero demostrarte que me importas, Bryonny, que no eres un juguete o algo novedoso que has captado solamente mi atención.

Eres algo valioso para mí, quiso decirle, pero se calló sin explicar aún los sentimientos que se agolpaban en su pecho. Lo único que temía era perderla.

— Soy una desconocida para ti — por fin lo tuteó —, ¿si te cansas de mí? ¿y si llegas a hartarte de mí?

— ¿Tienes miedo? — le preguntó y ella negó con la cabeza —. No pienses que puede ir mal. Lamento si voy a apresurado, mas siento que si te dejo escapar, me sentiré un miserable. ¿Qué otra manera puedo demostrarte que voy en serio? No quiero otra mujer que no seas tú.

— Es demasiado pronto que lo digas — abrumada por la intensidad con que se lo decía —. No sabes lo que puede ocurrir en la convivencia, no sabes si nos llegaremos a disgustar, a estar peleados.

El caballero asintió, en vez de ignorarla como otro había hecho, se acercó y cogió su otra mano.

— No lo sé, es cierto — deshizo el agarre y con las dos manos, acariciándolas con sus dedos, queriendo transmitirle calma cuando realmente sus caricias tenían otro efecto en ella, se mordió el labio—. ¿Pero acaso nos debemos privar de lo que sentimos? Si algún momento, mi actitud te hace enojar o llega a agotarte, u odiarme, trataremos de solucionarlo como pareja. Por el contrario, solo me dirás que me has dejado de querer, entonces te dejaré tranquila. Por ahora, no tengamos esos miedos.

— De verdad, ¿quieres casarte conmigo?

— No he estado más seguro de lo que quiero hasta ahora — le susurró antes de volverle a coger por la barbilla y depositar un tenue beso, que llenó en el aire de promesas —. Si, lo ves bien, pediré a tu padre el permiso para podernos casar, ¿de acuerdo?

— De acuerdo — le sonrió.

Era una locura, pero al fin y al cabo, ¿no era el amor una locura?




Miénteme © #4 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora