Capítulo 16

4.6K 643 31
                                    

- ¿Qué quiere que haga con él, sir?

¿Quemarlo? Podría haber sido una buena opción. Guardó un suspiro y le echó un último vistazo, antes de determinar una orden.

- Lávalo, por favor.

Después de haberlo recogido en esa condenada fiesta, no lo iba a tirar como otra que no había tenido tal misericordia. Lo había desechado. ¿Tanto se iba a preocupar por ese dichoso trozo de lino? Pensando en la verdad, no poseía muchos en su cajón.

- ¿Nada más, sir?

La pregunta del mayordomo lo atrajo hacia el presente.

- Puede descansar. Le deseo una buena noche, Jackson.

Subió los escalones con notable cansancio, sintiendo con más fuerza el adormecimiento del pie. Tardó en dirigirse hacia el dormitorio, donde Florence se había encaminado justo cuando habían llegado al hogar. Al abrir la puerta, se topó con su imagen, pero no atravesó el umbral.

Su amante lo miró desde el espejo que ella había colocado para su uso, hecho que no le reprochó porque le daba exactamente igual un espejo que dos.

- Ha sido una agradable noche, ¿verdad? Aunque no te he visto muy participativo.

- La fiesta de lady Costume me ha recordado del porque las evitaba. ¿De qué conoces a Lobrough?

Ella soltó de su garganta una risa cantarina, risa que él no compartió.

- ¿No me dirás que estás celoso?

Edward puso los ojos en blanco y se rascó una ceja. Indiferente, como si estuviera oyendo el repiqueteo de la lluvia.

- ¿Querías que lo estuviera?

La mujer sacudió los hombros de manera coqueta, provocando que sus rizos se movieran graciosamente en su rostro. No le removió nada al observarla desde su posición.

- No estaría de más que los sintieras, pero tengo que desilusionarte. Podría decirse que es un buen amigo. Me estuvo cortejando cuando aún no había echado a perder mi reputación. Era uno de los pocos que me habían tratado con amabilidad después de aquello. Sin embargo, no nos habíamos visto con asiduidad, como comprenderás no estamos en el mismo círculo social. No pensaba que me lo iba a encontrar.

- No me había fijado en ello.

- Eddy - se levantó del asiento y caminó hacia él, que todavía no se había apartado del marco -. No hay nada entre él y yo.

- Creo, querida mía, que me importa un bledo vuestra amistad, ¿qué pensaría su esposa de ello? - Florence se quedó con la boca abierta -. No es la primera vez que irrumpes en un matrimonio.

Lo iba a abofetear, pero él interceptó su mano.

- ¡¿Qué problema hay contigo?! - jadeó y se soltó para luego empujarlo con sus manos -. ¿Quién se puso en contacto conmigo primero? ¡Tú! Para romper el dichoso matrimonio de tu adoradísima prima con su marido. Pero te salió rana la jugada. Muy mala, he de añadir. Te descubrieron al final, cosa que no contaste en tu maravilloso plan. Y aún te escuece, lo puedo ver en tus ojos. ¡No me das ninguna pena! Te lo mereces porque siempre has sido un mimado, caprichoso y poco hombre.

- ¿Sabes qué? - se apartó de ella con una mueca -. Duérmete tú sola en la cama; esta noche dormiré en otro lugar.

- ¡No me dejes así, Edward! ¡Edward!

Este no se volvió, ni siquiera cuando oyó de fondo un estruendo fuerte parecido al romper un jarrón.

¿Lo echaría de menos?

No lo creía. Podía romper lo que quisiera que no le iba a conmover.

***

Bry se cepilló sus cabellos ya que había despechado a su doncella a que durmiera y descansara. Necesitaba ese momento a solas. Se miró con ojo crítico y no vio nada raro en su expresión, era la misma cara de todos los días. Frunció los labios, no en un gesto que alguien había familiarizado como coqueto, sino porque estaba irritada. Ojalá tuviera un control férreo de sus emociones, pero por más quisiera retenerlas, no podía evitarlo. Se veían en su reflejo.

- ¿A quién quiero engañar?

Movió la cabeza y dejó el cepillo encima del tocador y se recogió el pelo en una trenza, en un intento de no pensar, mas el silencio daba a pie a que sus pensamientos fueron más audibles de lo que hubiera deseado. Junto con los latidos de su corazón. Fuertes y desconsolados. Suspendió lo que estaba haciendo cuando un remoto deseo la fustigó sin consuelo alguno porque no estaba él.

- Si al menos pudiera... ¡Ni hablar! No, Bry. Tú no eres una casquivana, ni mucho menos frívola para poder hacer... eso.

Sin embargo, esa noche deseó haber sido más atrevida. Deseó haber estado en el lugar de la otra. Su mirada se deslizó hacia la cama solitaria.

¿Qué había del amor si una no podía ir más allá?

***

No se habría calentado la cabeza tanto si hubiera sabido que el hombre a quien había deseado, estaba pensando en ella. Aunque no conseguía conciliar el sueño, no por la incomodidad de sofá, sino porque estaba molesto. Molesto consigo mismo y porque no podía desterrar esa extraña inquietud de su cuerpo. Esa inquietud no se debía a la discusión que había mantenido con su amante. No le preocupaba. Iba más allá de eso. Era como si Sophie lo hubiera rechazado, pero el dolor que sintió en el pasado no regresó. Sino que este era de otro tipo y ocasionado por otra persona. Era más irritable. Más desesperante.

- Bryonny - dejó escapar su nombre en un susurro ronco y oscuro que se internó en la oscuridad sin que este se lo devolviera.

Intentó tener la mente en blanco y contar ovejitas como una vez le recomendó su tía que hiciera cuando era pequeño y temía la oscuridad. Pero las ovejitas no vinieron en su ayuda. Por puro agotamiento, cerró los ojos y se entregó al sueño, donde una sirena lo envolvió con su canto, atrayéndolo a la más absoluta perdición. Porque se perdió en ella, en sus labios de hechicera, que se negaban a él, en su cuerpo que se convirtió en un dulce y ardiente refugio, reduciéndolo en llamas.

Sin embargo, la realidad que lo despertó, confundido por el sueño, le hizo saborear el más amargo hiel. Alguien le tocó en la frente bañada de sudor, devolviéndole la razón a su mente. Asqueado, se apartó.

- ¿Eddy?

No le respondió, sino que se puso en pie y recogió la bata que estaba a los pies del sofá para colocársela.

- Perdóname, pero yo de ti no lo intentaría de nuevo.

No hizo el ademán de encender la lamparita de gas para ver donde iba.

- ¡Eddy!

Ella no lo sabía. Tampoco tenía culpa de ello, de que se sintiera más vacío que nunca.

Miénteme © #4 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora