La multitud que había fuera del teatro Drury Lane se había dispersado en la noche. El último carruaje, con sus dos ocupantes, desaparecía ya calle abajo. Los pocos que habían llegado a la función a pie hacía ya mucho rato que habían abandonado el lugar.
Parecía que sólo quedaba un caballero, un hombre alto con capa oscura y sombrero. No había querido que lo llevaran en el último carruaje que se había marchado. Había dicho a sus amigos que prefería ir caminando a casa.
Pero tampoco era la única persona que quedaba en la calle. Al echar un vistazo a su alrededor, su mirada detectó una figura que permanecía de pie, apoyada en silencio contra el edificio, y vestida con una capa un poco más oscura que las sombras de la noche: una prostituta callejera que compañeras más afortunadas o atractivas habían dejado atrás y que ahora parecía haber perdido cualquier oportunidad de conseguir un cliente elegante aquella noche.
No se movía, y en la oscuridad resultaba imposible saber si lo estaba mirando. Podría haberse acercado hasta él contoneándose. Podría haber salido de las sombras y sonreír. Podría haberlo llamado, y ofrecerse con palabras. Podría haberse alejado rápidamente para encontrar un lugar más prometedor.
Pero no hizo ninguna de esas cosas.
Y él se quedó de pie mirándola, debatiéndose entre emprender la caminata solitaria hacia casa que tenía en mente o participar en una noche de diversión inesperada. No veía a la mujer con claridad. No sabía si era joven, atractiva, bonita, limpia... cualquiera de esas cualidades por las que habría valido la pena cambiar de planes.
Pero poseía una quietud silenciosa que le resultaba intrigante por sí misma.
Al acercársele, se percató de que lo estaba mirando, con unos ojos que en la sombra resultaban oscuros. Llevaba capa, pero no sombrero. Y el pelo cuidadosamente recogido en la nuca. Era imposible saber cuántos años tenía o si era hermosa. La chica no dijo nada y no se movió. No mostraba ninguna artimaña, ni decía palabras seductoras.
El caballero se detuvo a unos pocos pasos de ella. Se percató de que le llegaba al hombro, era un poco más alta que la media, y de que era de complexión delgada.
—¿Quieres trabajar esta noche? —le preguntó.
La chica asintió de manera casi imperceptible.
—¿Y el precio?
Ella dudó y dijo una cifra. Él la contempló en silencio durante unos instantes.
—¿Y el lugar está cerca?
—No tengo adonde ir —murmuró ella.
Tenía la voz suave, carente de la dureza o el acento cockney[1] que había esperado. La miró entrecerrando los ojos. Debería emprender la caminata hacia casa, con sus pensamientos como única compañía tal y como tenía previsto. Nunca había sido propio de él copular con una puta de la calle en la entrada de una tienda.
—Hay una posada en la siguiente calle —comentó él, y se volvió para caminar en esa dirección.
Ella se puso a caminar a su lado. No intercambiaron una sola palabra. La chica no hizo ningún movimiento para agarrarlo del brazo. Y él tampoco se ofreció.
La joven lo siguió entre el gentío de la abarrotada y bulliciosa taberna de Patito Modosito y permaneció en silencio junto a él mientras pedía una habitación para pasar la noche en el piso de arriba y pagaba por adelantado. La prostituta le siguió escaleras arriba. Sus pisadas eran tan delicadas que el caballero hizo ademán de volverse antes de llegar arriba para asegurarse de que seguía allí.
Él le permitió entrar primero en la habitación y cerró la puerta con el pestillo tras de sí, colocando la única vela que había traído en un aplique de la pared, pero el ruido del bar apenas disminuía en la distancia.
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...