Capítulo 20 (Parte 2)

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—¿Dónde has estado? ¡Estábamos tan preocupados por ti! ¡Pero es maravilloso volver a verte! —Rapunzel Krone puso las manos en los hombros de su amiga y se apartó de ella.

Elsa se rio temblorosa y se sacó un pañuelo del bolsillo para sonarse la nariz.

—Estaba asustada y me he comportado como una estúpida —dijo finalmente—. Pero me alegro de haber vuelto.

Echó un vistazo por la habitación en dirección a la figura silenciosa del reverendo Frederick Krone.

—¿Por qué no viniste a verme, Isabella? —preguntó.

—Estaba asustada. Maté a Weselton.

—Pero estoy seguro de que fue en accidente. No pensabas matarlo, ¿verdad?

—Claro que no pensaba matarlo —intervino Rapunzel, colocando un brazo protector alrededor de los hombros de su amiga, de mayor estatura—. Siempre he pensado que era la idea más ridícula que he oído en mi vida. Querían evitar que te fueras a vivir conmigo, ¿verdad, Isabella?

—Sí —respondió Elsa. Cerró los ojos un instante y los abrió para mirar al reverendo Krone.

—Pero al huir, hiciste que pareciera que eres culpable de asesinato —comentó él—. Ojalá hubieses ido a verme.

—¿Y me habrías ayudado?

—Mi trabajo consiste en ayudar a las personas con problemas —respondió muy serio—. En tu caso, Isabella, habría sido más que un trabajo.

—¡Ah, no lo sabía! —exclamó ella—. Pensaba que me habrías llamado asesina y me habrías entregado a Hans.

—Creo que el único pecado del que eres culpable es del de sentir una pasión incontrolada —opinó el reverendo Krone—. Eso no es exactamente asesinato.

—¡Pasión incontrolada! —se burló Rapunzel—. ¿Y qué se suponía que iba a hacer, Frederick? Lord Brockehurst fue muy pérfido al esperar que Isabella se quedara en la casa a solas con él. Si hubiese intentado detenerme en tales circunstancias, yo probablemente habría cogido un hacha y me habría encarado con él y con su ayuda de cámara.

—¡Rapunzel! —exclamó su hermano en tono de reproche.

—No robé las joyas —continuó Elsa—. Ni siquiera sabía que me habían acusado de ello hasta que Hans me lo contó hace un par de semanas. ¿Me crees, Frederick? —Dio unos pocos pasos hacia él.

—Claro que te creo, si tú lo dices —contestó él con dulzura.

—Bueno, yo te creo incluso sin que lo digas —añadió Rapunzel con vehemencia— ¡La sola idea resulta absurda! ¿Has visto a Lord Brockehurst, Isabella? ¿Y te has vuelto a escapar de él?

—Es una larga historia —resumió Elsa. Se cubrió el rostro con las manos—. Ah, qué agradable es volver a estar con amigos y no tener que esconder la verdad. Tenía que volver para ver otra vez dónde había ocurrido todo, para rellenar algunos huecos de la memoria, para hacer algunas preguntas.

Rapunzel le dio unos golpecitos tranquilizadores en la espalda.

—Te ayudaremos de cualquier modo que podamos. Estábamos deseando hacerlo. ¿Verdad, Frederick?

—Os lo contaré todo —dijo Elsa, y volvió a levantar la vista hacia el reverendo Krone—, pero, ¿podéis hacer algo por mí primero?

—¿El qué? —preguntó él.

—Tengo que volver a entrar en la biblioteca. Tengo que ver dónde sucedió todo. Tengo miedo de ir sola.

Rapunzel volvió a pasarle el brazo por los hombros. Pero el reverendo Krone se había movido y estaba junto a ella, tendiéndole el brazo. Elsa deslizó gustosamente el suyo alrededor del reverendo y miró su rostro adusto.

La perla secreta (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora