Capítulo 10 (Parte 2)

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El duque de Ridgeway no había hablado con su hermano más allá de intercambiar simples cortesías. Cuando el caballero se unió a las damas en el salón después de cenar, se percató de que su esposa estaba todavía más feliz y animada de lo que lo había estado desde que llegaron sus invitados, y la ira volvió a marcarse en su mentón.

Pensó en hacer una visita a la habitación de su hermano antes de cenar, pero se detuvo en el último momento. Los años que había dedicado a responsabilizarse del bienestar de otros y los que había pasado de oficial le habían enseñado que, cuando fuera posible, era mejor dejar enfriar la rabia antes de hacer algo.

Había decidido que esperaría al día siguiente para enfrentarse a Aster y exigirle una explicación, y antes de decidir qué debía hacer, si es que hacía algo.

—He mandado a buscar a Arianna —estaba explicándole la duquesa a la señora Grantsham y a Lady Mayberry, con voz ansiosa y una expresión luminosa en el rostro. Incluyó a su esposo en la sonrisa que mostró cuando se percató de que podía oírla—. Debería llegar en cualquier momento.

—¿A Arianna? —intervino Jack frunciendo el ceño—. ¿No estará en la cama, Toothie? ¿Y muy cansada además después de esta tarde?

—He mandado un mensaje a la tata para que la mantuviera despierta y la preparara —explicó la duquesa—. Quiero que conozca a su tío. ¿Cómo podría privar a mi querida niña del placer de compartir su vuelta? —Y le sonrió resplandeciente al duque.

¡Claro que sí! Jack apretó los dientes y se quedó muy quieto.

—Entonces tienes que decirle a la niñera que vuelva a llevarla a la cama cuando transcurran cinco minutos.

—Ah, pero es la señorita Arendelle quien la va a traer, Jack.

¿Qué estaba tramando? El duque frunció el ceño.

No tuvo que esperar mucho. Vestida con volantes y lazos, y con el pelo peinado en múltiples rizos, las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes de excitación y agotamiento, apareció Arianna en la habitación de la mano de Elsa, que hizo una reverencia y se quedó en silencio junto a la puerta.

La duquesa cogió a su hija de la mano mientras las damas la toqueteaban como habían hecho aquella tarde.

—Querías ver a las damas vestidas para la noche, querida. —La duquesa se agachó y le sonrió—. Bueno, pues aquí están. ¿Qué te parece?

Lady Arianna le devolvió la sonrisa, y la duquesa la abrazó.

—Quiero que conozcas a alguien —le explicó—. Alguien a quien no has visto antes, aunque te he hablado mucho de él, y me atrevería a decir que papá también. Un caballero muy importante. —Condujo a Arianna hasta Lord Aster, que sonreía irónicamente—. Este es tu tío, cariño. Hazle una reverencia.

Lady Arianna hizo lo que le pidió y contempló con curiosidad el rostro de su tío, que se parecía mucho a su padre exceptuando el hecho de que sus facciones resultaban más atractivas y despreocupadas.

—Así que tú eres Arianna —dijo él, sujetando con un dedo el mentón levantado de la niña—. No te pareces mucho a tu mamá, ¿verdad? Eres igual que tu padre.

El duque se volvió, incapaz de mirar. Y sus ojos se centraron en Elsa, que continuaba de pie junto a la puerta. Pero ya no estaba tan tranquila e impertérrita. Tenía la cara tan pálida que los labios parecían azules. Jack estaba a punto de acercarse a toda prisa a su lado cuando la mano de la chica se puso a temblar casi con tanta intensidad como aquella primera anoche, palpó el pomo de la puerta sin mirar y lo hizo girar torpemente.

La perla secreta (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora