Capítulo 10 (Parte 1)

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—Es ahí. —Señaló inclinándose hacia la ventana del carruaje el caballero atractivo y moreno a su acompañante, cuando cruzaron el puente y dejaron atrás el bosquecillo de limas en dirección a la casa que aparecía ante sus ojos—. ¿No diría que es impresionante?

El caballero que viajaba con él miró en la misma dirección.

—Mucho —contestó el otro—. Ya veo por qué suele ser tan admirado. Y fue suyo durante unos pocos meses, Frost.

—Fue una experiencia entretenida —comentó Lord Aster Frost—. De repente me convertí en propiedad de todo el mundo porque yo era el propietario de todo. Casi como si yo perteneciera la propiedad en vez de al revés. Pensé que nunca volvería a verlo.

—Puede estar seguro —lo tranquilizó Lord Brockehurst—, de que su hermano le prohibió volver en un momento de exaltación. Lo recibirá con los brazos abiertos.

La idea parecía resultar graciosa a Lord Aster.

—No sé, no sé —dijo Frost—, pero no lamento que me convenciera para venir, Andersen. Ver sus caras resultará impagable: la de Ridgeway, la de los criados. Y será interesante ver a mi cuñada una vez más. Cuando me marché no estaban casados, ya lo sabe.

—¡Espléndido! —exclamó Lord Brockehurst mientras el carruaje se detenía, y observaba las enormes columnas corintias y el gran frontón, que ocultaba a la vista la cúpula desde aquel punto estratégico—. Es espléndido. Me alegro de que me convenciera para acompañarlo.

Lord Aster se echó a reír.

—Dado que fue usted el que me convenció para que volviera, me ha parecido justo que fuera testigo de la conmovedora reunión.

La expresión en el rostro del mayordomo al salir a los escalones en forma de herradura para dar la bienvenida a los inesperados visitantes debió de ser lo que Lord Aster esperaba. La rigidez lo abandonó durante tres segundos enteros mientras observaba cómo el hermano pequeño de Su Excelencia bajaba del carruaje y lo miraba sonriendo.

—¡Jarvis! —exclamó—. Así que al final te han ascendido. ¿Vas a quedarte ahí boquiabierto, o vas a llamar a alguien para que meta nuestros baúles en la casa? ¿Está mi hermano por aquí cerca?

Jarvis se controlaba. Hizo una reverencia formal de cintura para abajo.

—Su Excelencia está en las ruinas con la duquesa y sus invitados, señor. Haré que se encarguen de su carruaje y su equipaje si hacen el favor de entrar conmigo.

—No tengo ninguna intención de quedarme aquí fuera de pie hasta que Su Augusta Excelencia me deje entrar —afirmó Lord Aster entre risas, volviéndose hacia Lord Brockehurst y conduciéndolo escaleras arriba—. Sírvenos bebidas en la sala, por favor, Jarvis. ¿Qué diablos están haciendo en las ruinas?

—Tengo entendiendo que están haciendo un picnic, señor —explicó Jarvis, indicándoles a los invitados el camino a la sala con una reverencia.

—¿Cuánto rato hace que se han marchado? —preguntó Lord Aster, mirando a su alrededor—. Veo que nada ha cambiado.

—Hará una hora, señor —contestó el mayordomo.

—¿Una hora? —Lord Aster frunció el ceño—. Entonces tendré tiempo de hacer los honores y mostrarle los salones, Andersen, después de que nos hayamos refrescado con una bebida y nos hayamos cambiado de ropa, claro. Haz que me preparen mi antigua habitación, Jarvis, y que el ama de llaves prepare otra habitación para Lord Brockehurst. ¿Aún está la señora Potts?

Jarvis hizo una reverencia.

—Ya puedes retirarte —ordenó Lord Aster—. Pero primero trae las bebidas.

La perla secreta (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora