Capítulo 6 (Parte 2)

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A la mañana siguiente, el duque de Ridgeway llamó a la puerta de la salita de la duquesa y esperó a que su doncella personal le dejara entrar, le hiciera una reverencia y saliera de la habitación en silencio. Su mujer lo había mandado llamar. Rara vez entraba en una de sus estancias privadas sin que lo invitara.

—Buenos días, Toothie, ¿cómo te encuentras hoy?

Atravesó la habitación para cogerla de las manos y besarla. Como de costumbre, ella le puso la mejilla.

—Mejor —contestó la duquesa—. Esta noche he tenido un poco de fiebre, pero esta mañana me encuentro mejor.

Apartó las manos de las de él. Tenía unas manos pequeñas y delicadas que antes al duque le gustaba coger y besar.

—Tienes que cuidarte —le advirtió él—. No me gustaría que volvieses a estar enferma como estuviste en invierno.

—He ordenado a Bjorgman que le pague a la señorita Arendelle y la despida —le espetó ella con la respiración entrecortada, mirándolo con sus enormes ojos violetas—. Me ha dicho que debía consultártelo primero. ¿Qué vas a hacer al respecto, Jack?

—Preguntarte el motivo por el que quieres despedir a la institutriz, supongo. ¿Qué ha hecho o dejado de hacer?

—Me refiero a Bjorgman —se explicó la duquesa. Las lágrimas empezaron a brotarle de los ojos. Llevaba una bata ondulante de seda y encaje blanco, y tenía el pelo negro suelto en la espalda. De manera bastante desapasionada, su marido pensó que resultaba impresionante y encantadora. Y tan frágil como la jovencita en quien había depositado su corazón cuando se marchó a Bélgica—. ¿Vas a permitirle que me hable de ese modo?

—Bjorgman es mi secretario personal, y sólo responde ante mí, Toothie. Lo despediría en un instante si lo olvidase hasta el punto de aceptar órdenes de cualquier otra persona de la casa sin consultármelo primero.

Toothie se ruborizó.

—Así que tu secretario es más importante para ti que yo. No siempre fue así, Jack. Una vez me amaste, o eso creía. Al parecer me engañaba.

—Ya deberías saber que tienes que hablar personalmente conmigo cuando tengas un problema. Si lo hicieses no te humillarías tanto. Un secretario eficiente no puede recibir órdenes de dos personas. ¿Qué es lo que ocurre con la señorita Arendelle?

—No deberías tener que preguntármelo —protestó, retorciendo un pañuelo en las manos—. Debería bastar con que yo quiera que se marche. No creo que sea adecuada para cuidar de mi hija. Por favor, despídela, Jack.

—Ya sabes —suspiró él—, que no despido ni al más humilde de mis criados sin un buen motivo, Toothie. No sé si eres consciente de lo cerca que viven los criados del límite de la pobreza. No despediré a nadie para satisfacer un mero capricho.

—¡Un capricho! —exclamó la duquesa. Abrió los ojos y se le volvieron a llenar de lágrimas una vez más—. Soy tu esposa, Jack.

—Sí. —La miró fijamente—. Lo eres, ¿no es así?

Ella bajó la vista y se sentó elegantemente en el extremo del diván.

—Soy la duquesa de Ridgeway —afirmó en voz baja.

—Esa descripción se ajusta mucho más a ti —comentó Jack. Su voz tenía un cierto deje de cansancio—. ¿Siempre hemos de tener esta clase de conversación, Toothie? ¿Siempre tengo que parecer yo el tirano? Lamento mi sarcasmo. ¿Qué problema tienes con la señorita Arendelle?

—Ayer por la tarde hizo salir a Arianna —se lamentó Toothie—, pese al viento frío y la luz directa del sol. Le insistió a la niñera hasta que accedió, pero sólo una hora. Y volvió más de dos horas después. Arianna estaba sucia y agotada, y esta mañana está demasiado cansada como para levantarse siquiera de la cama, la pobrecita. Desobedeció a la niñera deliberadamente, Jack. Ni siquiera tú puedes defenderla de eso.

La perla secreta (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora