Capítulo 4 (Parte 2)

164 27 0
                                    

—Uno de los perros le ha mordido el trasero a Hamish cuando se estaba subiendo a una silla —le explicó Lady Arianna a Elsa cuando el carruaje se puso en marcha—. La niñera ha dicho que lo ha hecho porque hemos puesto nervioso al perro —se rió—. Pero ha sido muy divertido.

Elsa se rió con ella, pero resistió el impulso de abrazar a la niña. Era demasiado pronto para hacerlo.

Fiel a su promesa, el señor Dunbroch llevó a su hermana y a sus hijos de visita varios días después. Mientras la señorita Dunbroch permanecía sentada bebiendo té con la duquesa, él llevó a los niños al piso de arriba, pero se encontró con que Lady Arianna estaba en mitad de una lección de aritmética en el cuarto de estudio.

—Le ruego me disculpe —dijo cuando llamó a la puerta y Elsa le contestó—. ¿Puedo provocar su eterna cólera, señorita Arendelle, y pedirle que dispense a Lady Arianna temprano de sus clases para jugar con mi trío? Estoy seguro de que hará el doble de esfuerzo mañana, ¿verdad, Arianna?

—Sí —gritó ella entusiasmada, poniéndose en pie.

—También es una mentirosilla consumada —susurró el señor Dunbroch a Elsa mientras sonreía—, como todos los niños. ¿Puedo convencerla de que salgamos para que puedan jugar, chillar y pelearse sin destrozarle los oídos?

—Qué idea más espléndida —exclamó Elsa, y bajó a la planta baja y salió por una puerta por la parte trasera de la casa, en dirección a un césped que conducía hasta una lejana fila de árboles. Dudó cuando el caballero le ofreció su brazo mientras caminaban. Los niños se habían adelantado con una pelota que uno de los niños Dunbroch mantenía firmemente agarrada. ¿Era un gesto apropiado? Ella era una criada. Él un visitante. Elsa lo cogió del brazo.

—Si paseamos despacio —comentó él—, los niños se alejarán lo bastante como para que no tengamos que oír palabrotas o insultos desagradables. La experiencia me ha enseñando que para tratar con niños, señorita Arendelle, lo mejor es volverse ciego, sordo y tonto. Y por supuesto tener una niñera competente y una hermana que viva en casa y que aguante mucho. Hábleme de usted. ¿Qué la ha traído hasta aquí?

Elsa se sentía culpable por las mentiras y medias verdades que se veía obligada a contar.

—¿Asistirá al baile? —le preguntó al despedirse de ella un rato después y volverse para llamar a sus tres hijos—. Espero bailar con usted allí, señorita Arendelle.

Ella también lo esperaba. Al llevar a Lady Arianna de la mano de vuelta al cuarto de juegos y soportar la mirada glacial de la señora Fairygod cuando se fijó en las mejillas sonrojadas y el pelo un tanto despeinado de la niña, Elsa lo deseó profundamente. Volvió al cuarto de estudio para guardar los libros que habían dejado antes y dio un giro, con el libro de aritmética apretado contra el pecho.

¡Era tan agradable sentirse joven, feliz y llena de esperanza otra vez! Y que un caballero atractivo le pidiera que bailara con él en el baile...

No es la que sedujeran las expectativas de futuro, claro está. Sólo le estaba permitido el más leve de los flirteos. El matrimonio quedaba totalmente descartado. Pero se conformaría con un flirteo leve. Sería suficiente.

Y finalmente parecía que Su Excelencia el duque iba a volver a casa. Lady Arianna se lo contó una tarde en la que atravesó corriendo la puerta del cuarto de estudio, cuando normalmente arrastraba los pies y solía adoptar una expresión huraña.

—¡Viene papá! —anunció triunfante—. Mamá acaba de recibir una carta suya. Debería llegar cualquier día de éstos. Tendría que estar aquí antes de que llegaran los invitados de mamá.

La duquesa esperaba a cerca de veinte invitados durante la semana, hasta el día anterior al baile.

Elsa sonrió.

La perla secreta (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora