Capítulo 9 (Parte 1)

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Desde que había vuelto a casa, el duque de Ridgeway se había acostumbrado a pasar parte de las mañanas en el cuarto de estudio, observando en silencio las clases que se impartían. A menudo, después se llevaba a Arianna a los establos a jugar con su cachorro antes de comer. Elsa se había obligado a sí misma a aceptar la situación.

No hubo clases la mañana después del baile, ya que Lady Arianna se había acostado tarde. Por la tarde, Elsa acompañó a la niña por el pasillo superior antes de entrar en el cuarto de estudio, dedicándose a mostrarle algunos cuadros y a señalarle algunos detalles importantes. Pero lo que en conjunto esperaba era que Lady Arianna asimilara la belleza y la perfección de las pinturas sin verse abrumada por demasiados detalles técnicos, y quisiera esforzarse más con las suyas propias. Tenía ojo para la forma y el color, aunque su impaciencia natural le hacía precipitarse demasiado cuando pintaba.

El duque apareció en lo alto de la escalera y se dirigió hacia ellas cuando terminaron. Elsa suspiró para sus adentros. Había albergado la esperanza de evitarlo durante todo el día, ya que sabía que Su excelencia la duquesa y la mayoría de sus invitados habían salido a pasear por el parque. No soportaba recordar el encuentro de la noche anterior con él, el terror que sintió al caminar a su lado por el camino desierto, las náuseas que había experimentado cuando se vio obligada a tocarlo y le permitió que la tocara, la extraña e inesperada magia al bailar con él en el camino, con los ojos totalmente cerrados, tratando de no pensar que estaba bailando con él.

Aunque lo había intentado durante toda la noche, no había podido evitar recordar ese baile de entre todos los momentos mágicos de aquella noche, hasta que se quedó dormida y volvió a verlo inclinándose sobre ella, haciéndole daño y diciéndole que lo hacía porque lo disfrutaba.

Lady Arianna sonrió, cogió a su padre de la mano, y levantó el rostro para que la besara.

—La semana que viene es el cumpleaños de Timothy Dunbroch, papá —le explicó—. Me han invitado con la señorita Arendelle. Ha llegado una carta esta mañana. ¿Mamá me dejará ir? ¿Vendrás tú también?

—Qué placer tan singular —comentó el duque, mientras Elsa se volvía y entraba en el cuarto de estudio—. No estoy seguro de si podré ir, Arianna, ya que tenemos invitados. Veré lo que puedo hacer.

Permaneció sentado en silencio durante las clases de la tarde hasta que Elsa dejó salir a Lady Arianna temprano.

Entonces el duque se puso en pie.

—¿Vas a ir con la niñera al cuarto de juegos? —le preguntó a su hija.

—Me va a lavar el pelo —explicó la niña, poniendo mala cara—. Preferiría ir a ver a Pequeñita contigo, papá.

—Ya hemos ido antes de comer. Si la niñera dice que tienes que lavarte el pelo, seguro que es así. Vamos.

Y Arianna se puso en camino arrastrando los pies.

Elsa se entretuvo guardando libros y ordenándolos en la estantería. Pensaba que el duque iba a irse con su hija, como solía hacer.

—En el piso de arriba hay pocas pinturas y tratan pocos temas —comentó—. Debería mostrarle a Arianna las pinturas de abajo si le parece que está interesada.

Elsa no dijo nada.

—¿Ha visto la galería alargada? —preguntó él.

—Sí, con la señora Potts, Su Excelencia.

—Ah, con la señora Potts. Ella es la primera en reconocer que no sabe mucho sobre las obras de arte de Willoughby. Su talento se concentra en asuntos más prácticos. Los retratos de la galería le servirían de material para una serie completa de clases de historia. Y una niña nunca es demasiado pequeña para aprender sobre su familia. ¿Tiene un momento?

La perla secreta (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora