Cenaron muy tarde. El duque no pensaba que iba a pasar tanto tiempo fuera, y Elsa no pensaba que se quedaría dormida tan profundamente.
—La verdad es que no esperaba que se pudiera hacer nada hasta mañana como muy pronto —le dijo el duque cuando se sentaron para cenar en el salón privado—. Pero me he topado con la curiosidad y el celo de Sir Quentin Dowd. —Ya le había explicado que Sir Quentin era el juez de la zona—. Creo que habría cavado el cementerio entero él sólito si no hubiese habido criados y si no hubiese podido mostrarle la tumba exacta.
—¿Qué es lo que le ha hecho sospechar? No lo entiendo. —Elsa pensó que había repetido varias veces esa frase en el transcurso del día.
—¿Por qué no querría alguien que enterraran a un hombre en el lugar donde murió y era conocido o en el lugar donde vivía su familia? —se preguntó—. Su primo podría haber elegido entre ambas cosas, pero no escogió ninguna de las dos. De hecho, removió casi literalmente cielo y tierra para que el entierro se celebrara en un lugar extraño, donde ninguno de los dos fuera conocido.
—¿Porque alguien habría querido ver el cuerpo?
—Supongo que su familia habría insistido en verlo. Y quizás algunos criados de Heron House o amigos de Weselton en la zona también habrían querido. Su primo no podía arriesgarse a que ocurriera eso, Pero claro, no cubrió bien su rastro, y contó historias contradictorias a diversas personas. Pero me imagino que no esperaba que nadie tuviera la curiosidad suficiente como para investigar más a fondo. Coma.
Elsa miró su plato, aunque no recordaba cómo había llegado la comida a él.
—¿Cómo voy a comer? —preguntó.
—Pues con el tenedor y el cuchillo —replicó él—. ¿Qué siente al ser libre?
—¿Pero adónde ha ido? —insistió ella—. ¿Y por qué? ¿Por qué habría de dejar que su familia pensara que está muerto?
—Sin duda por dinero. Apuesto a que está en algún lugar de Europa.
—¿Y por qué haría Hans eso? —Elsa torció el gesto—. Fue un plan diabólico. ¿Y todo eso para que me colgaran? ¿Tanto me odia?
—Ya sabe cuál es la respuesta. Nunca tuvo la intención de dejar que la colgaran. Quería tenerla en su poder durante el resto de su vida. Está muy obsesionado con usted, Elsa.
—Pero a mí nunca me ha gustado. ¿Cómo podía desearme, sabiéndolo? ¿Y sabiendo que lo odiaría por obligarme a hacer algo semejante?
—A algunos hombres les basta con tener poder sobre algo que desean —opinó el duque—. A veces incluso parece producirse una emoción especial al ser odiado. No sé si su primo es uno de esos hombres. No lo habría dicho por lo que llegué a conocerlo en Willoughby. No parecía diabólico. Pero desde luego sus acciones sugieren que lo es.
—Ojalá no vuelva a vivir conmigo en casa otra vez.
—Elsa. —El duque le tocó la mano—. ¿De verdad espera que ocurra tal cosa? En este momento Sir Quentin está que echa fuego por la boca. Su primo se encuentra en un aprieto muy grave, se lo prometo. No creo que deba temer que vuelva a casa durante mucho tiempo.
—Ah —exclamó ella, y volvió a mirar el plato—. No tengo hambre.
El duque se puso en pie y llamó a un camarero para que les retirara los platos. Ambos permanecieron en silencio hasta que terminó de hacer su tarea.
—Sigo esperando despertarme —comentó ella. Atravesó la habitación y se quedó mirando en dirección a la chimenea vacía—. Fui una estúpida por huir, ¿verdad? Tendría que haber ido a la rectoría tal y como tenía previsto.
ESTÁS LEYENDO
La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...